HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

domingo, 31 de enero de 2010

Las tinieblas, de Leonid Andréyev

Las tinieblas de Leonid Andréyev representan ese estado de la moral impuro pero a la vez tan necesario para que otros se puedan ensalzar en valores y causas nobles sobre los adulterados, por quienes a su vez, luchan en sus batallas. Andréyev acerca estos dos mundos antagónicos a través de un idealista revolucionario y una licenciosa prostituta para que se reconozcan el uno en el otro y encuentren su punto de unión y respeto. Es una obra preciosa. Sensible. La tensión es constante. La he leído como un regalo que la literatura me ha entregado de manera fortuita. Estaba curioseando por la Biblioteca pública y me topé con ella sin un orden lógico de elección. Los escritores rusos siempre me han parecido muy interesantes y éste era un completo desconocido. Puede que ese fuera el motivo. De lo que sí estoy seguro es de que ahora me siento muy orgulloso por la casual lección que me ha entregado. Ya verán. Vayamos con el argumento.

“No he hecho nunca daño a nadie. He consagrado mi vida al bien de los demás.”

Alexéi lucha contra el capitalismo y la autocracia zarista en los años de inicio de la revolución rusa. 1905. Tiene veintiséis años. Es virgen. Abstemio. De una moral intachable. El partido soviet le ha conferido el honor de colocar bombas para asediar la monarquía y la burocracia de la dinastía Romanov. Ahora está agotado y necesita descansar. Durante dos días ha sido perseguido sin tregua por espías del zar, Nicolás II, por las calles de San Petersburgo y el frío de octubre no perdona. Si se queda dormido corre el riesgo de que lo capturen como a un borracho. Así que decide meterse en una de esas casas de lenocinio. Un lupanar. Donde las mujeres mercadean con sus cuerpos. Un lugar indigno para él, que le provoca una gran repugnancia. Y aun así entra, para proteger su vida.

Les adelanto que la lectura del relato es ágil. La narración está repleta de detalles expresionistas que enfatizan más la visión interior del personaje y la expresión de sus sentimientos que la descripción objetiva de la realidad o su impresiones sobre ésta. Andréyev literaturiza incluso los Déjà vu de Alexéi para incidir en los pensamientos y en la importancia que tienen sobre este cisma de la moral individual.

“Durante aquella noche agitada, se sorprendió algunas veces de que los hombres y las cosas evocaran en él vagas reminiscencias, como si llegaran de las tinieblas del pasado o acaso de la nada. Le parecía haber estado allí: tan conocido y familiar era para él cuanto le rodeaba. Este sentimiento le resultaba desagradable, le alejaba de sí mismo y de sus camaradas de combate y le aproximaba a aquella casa de lenocinio con toda su porquería y su vida sucia, repugnante.”

Liuba, la prostituta, tras dejarle dormir un rato y notar su completo rechazo hacía ella le mete un bofetón en toda la jeta, al decoroso revolucionario. Él le pregunta que por qué y ella le contesta porque hacía falta. Hacía falta. Sin más. Eso no es una razón le objeta. Vale más que no busquemos razones, le dice ella. Él no ceja. Procura comprender porqué había caído sobre él la cólera de Liuba. Se sentía ultrajado. Cuando se pega a un hombre por lo menos hay que decirle la razón. Él estaba acostumbrado a dominar sus deseos sexuales y mirar a las mujeres incluso con indiferencia. Así que los motores de su intelligentsia se aceleran para descubrir el porqué de esta ofensa.

“Habitualmente su pensamiento era pesado y lento; pero una vez preocupado empezaba a trabajar febrilmente, con una fuerza y una inflexibilidad casi mecánicas. Se convertía en algo así como una prensa hidráulica que, cayendo lentamente, rompe las piedras, dobla las barras de hierro, aplasta a los hombres si están allí, y todo ello con impasibilidad, lenta e inexorablemente. Sin mirar ni a derecha ni a izquierda, indiferente a los sofismas, a las alusiones y a las respuestas a medias, manejaba su pensamiento pesadamente, aun cruelmente, hasta el límite extremo de la lógica, detrás del cual no hay ya más que el vacío y el misterio. No separaba jamás su pensamiento de su persona; todo su cuerpo estaba penetrado de él, y cuando llegaba a una conclusión lógica cualquiera, la adoptaba inmediatamente, como todas las gentes de su temperamento, para las cuales el pensar no es un juego, una diversión, sino el fondo mismo de su vida.”

Alexéi descubre que Liuba le ha pegado porque le insultó con su piedad y le pide hacer las paces. Le ofrece incluso su virginidad. Este momento es el que traza la verdadera línea de división entre ellos. Liuba también posee una verdad y asistiremos a la fusión de ambas. La narración versa sobre ese cruce de estilos de vida y cómo uno y otro se intentan entender. A veces con irritación.

“Tu cálculo era bien sencillo: «Voy a sacrificarle mi pureza —te dijiste—, y con ello me haré más puro todavía. De ese modo tendré algo así como una moneda de oro intransferible y eterna. Se la puedo dar a los mendigos, pero vuelve siempre a mis bolsillos». No, querido, no te valdrá eso.
—¿No?
—No, querido, no soy tan estúpida como todo eso. He visto ya a mercaderes así: amontonan millones con todas las injusticias y luego dan diez céntimos a la iglesia y creen que han salvado su alma. No, querido, construye tú mismo la iglesia, da cuanto amas. Tu inocencia no vale gran cosa; quizá me la ofreces porque no tienes necesidad de ella; está ya caducada, llena de polvo...”

Constantemente asistimos a un análisis psicológico y existencial, donde los personajes se plantean su situación en el mundo, su identidad, con un sentimiento de alienación que les provoca conductas desordenadas, psicóticas, violentas, irreflexivas, sin lógica ni coherencia. Cada visión se plasma con un lenguaje dinámico, conciso, elíptico, simultáneo, concentrado y sintácticamente deformado. Es una literatura que se aproxima mucho a la modernidad de las descripciones del expresionismo de Kafka, sin representar ese absoluto absurdo del que está hecha su literatura. Aquí nos movemos por unas vías más estables. De vez en cuando recibimos pistas.

“Un canalla tiene ante sí muchos caminos; un hombre honrado tiene sólo uno.”

Y para terminar les dejo con una legendaria canción que me ha recordado a Las tinieblas con las que Andréyev literaturiza de forma magistral la rosacea y semioscura habitación de este lupanar proyectado como escenario del mundo. Me gusta como está empezando este año. ¿Qué sería de nuestras vidas sin la literatura? Un mundo de tinieblas.


sábado, 30 de enero de 2010

El mar, de John Banville

El mar posee una atracción misteriosa. Emocional. Su inmensidad oscilante, de crecidas y bajadas, nos advierte sobre la permanente impermanencia de lo real, del imperecedero tránsito. Al mar no podemos mentirle. Nos arrojaría nuestra propia filfa a los pies, ahogada, exánime. Sin embargo podemos preguntarle por nuestros recuerdos. Podemos regresar al mar para descubrir lo que somos y para revitalizar nuestro presente, aunque esté trágicamente herido. El mar o el recuerdo son un refugio afable para recuperarse. Esta es la tesis literaria de John Banville, y con la que obtuvo el Premio Man Booker 2005. Una obra que ha centelleado durante toda esta última década convirtiéndose en un referente para los lectores que persiguen la Literatura de Altura y las historias con autenticidad. Como esta historia, la historia de Max Morden. Un tipo auténtico.

Max Morden, historiador de arte se retira a escribir al pueblo costero en el que de niño veraneó junto a sus padres tras la reciente muerte de su esposa después de una larga enfermedad. El pasado se convierte entonces en el único refugio y consuelo para Max, que rememorará el intenso verano en el que conoció a los Grace, por quienes se sintió inmediatamente fascinado, y en el que se inició a la vida y sus placeres –la amistad y el amor– pero también, al dolor y la muerte.

John Banville posee una escritura precisa, valiente. Su dominio del lenguaje es admirable. La creación del personaje de Max Morden corresponde a un trabajo minucioso, a un análisis psicológico profundo, a una exploración interior que ahonda en las cavidades más subterráneas de las emociones. Toca el alma de cada uno de nosotros. Nos quiere verdaderos. Enteros. Reales. Disfrútenla. Deja huella. Y posiblemente es una de las mejores novelas de la última década. Irlanda puede estar profundamente orgullosa de sus actuales literatos.

miércoles, 27 de enero de 2010

El honor perdido de Katherina Blum, de Heinrich Böll

Perdido y vilipendiado. Katherina Blum es una atractiva mujer, empleada de hogar, eficiente, romántica, algo ingenua. La noche de carnaval baila con un desconocido y deciden irse juntos a casa. A la mañana siguiente él se marcha y ese mismo día la policía acude al apartamento de Katharina para llevársela a comisaría con el fin de que les informe sobre este incierto individuo, que resulta ser atracador de bancos y sospecho de asesinato. La prensa sensacionalista rapaz inicia su fétido "trabajo" emitiendo licenciosos juicios sobre Katherina Blum. Y sobre su familia. Y sobre su pasado. Y sobre cualquier detalle que potencie el escándalo y el oprobio. Mentiras, difamaciones y calumnias se extienden por la opinión pública con mayor facilidad que la verdad.

El honor perdido de Katharina Blum fue escrito en 1974 por Böll, un maestro de la literatura, dos años después de haber recibido el Premio Nobel. En 1975 fue llevada a la pantalla por Schlöndorff. Böll describe al estilo de crónica novelada la realidad social de los años setenta y de como el imperio mediático sensacionalista servía de instrumento fiel a los oscuros intereses del poder mientras una frágil mujer cometía como único pecado haber sido demasiado honrada.

Cuando el periodista acude a casa de Katherina Blum viviremos una de las escenas más potentes y heroicas de la literatura del siglo XX. Su final es glacial. Todos los flashback que aparecen durante la narración conectan en un punto de explosión literario donde los hechos que Böll proyecta para sus dos últimas páginas nos redimirán de la tensión sufrida. La obra es un magnífico reportaje que reprocha con dureza la inmoralidad del sistema capitalista y a sus esbirros amarillos. Me declaro, por siempre, fan acérrimo de Katharina Blum.

sábado, 23 de enero de 2010

Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez

Alberto Méndez murió once meses después de escribir estos cuatro potentes relatos entrelazados entre sí y ambientados en nuestra desgarradora Guerra "Incivil" Española. No llegó a conocer el éxito que terminó alcanzando dentro de la literatura española. Pero, fíjense, estamos ante el libro más vendido de la prestigiosa editorial Anagrama en lengua castellana. La calidad de su lenguaje es asombroso. Deslumbrante. Alberto Méndez maduró esta obra en las herméticas galerías de su fuero interno durante toda una vida. Y en cada frase respiramos los vapores de su alma que recorre una por una las oraciones sobre la derrota de una guerra construida con silencios.

La narración se basa en cuatro historias que discurren paralelas y ligeramente interrelacionadas. Un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la guerra; un muchacho poeta que huye de la guerra junto a su también joven compañera embarazada, viviendo una vertiginosa historia de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses; un preso de la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que el verdugo pueda ser calificado como tal; y, un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la rapiña contra el vencido.

Las dos historias centrales son supremas, excelsas, magistrales. La historia del poeta me volteó el corazón. Sentí una punzada lacerante en el pecho. Y con la historia de Miguel Eymar sufrí una rabia iracunda que me subía y me bajaba por todo el cuerpo, de impotencia, una rabia de injusticia. Ambas me han permitido visualizar e interiorizar con vigor las heridas mal curadas de esas víctimas abatidas de la postguerra. De esa gran tragedia que traen las guerras.

“Hasta el alba no volvería a haber vida y la vida iniciaba siendo heraldo de la muerte. Sabían que a las cinco de la mañana comenzarían a oírse nombres y apellidos en el patio y que los nombrados subirían a unos camiones para ir al cementerio de la Almudena de donde nunca volverían.”

Tras leer este Huracán en papel, esta Literatura de Altura elevada en este Alto Vacío y tras sentir el trauma histórico que aún revolotea latiente en nuestro avanzado siglo XXI, aquí le presto este espacio, muy generoso, para que ruja poderosa en nuestra memoria con el fin de luchar por la dignidad y la clausura catártica de un dolor que necesita ser atendido con todos sus honores. Yo me transmuto, aquí, impetuoso, como conducto de tránsito para que Los girasoles ciegos pase de mano en mano, de corazón en corazón, para que su mensaje se expanda en los confines del cosmos propagando los valores de la democracia, la igualdad y la libertad. Y ya tan sólo me quedan gritar dos máximas... sólo dos, que ¡viva España! y ¡viva la República!

miércoles, 20 de enero de 2010

El conservador, de Nadine Gordimer

Este año se competirá en la República de Sudáfrica por la Copa Mundial de fútbol así que todas las miradas se posarán en uno de los territorios más fascinantes y castigados del planeta tierra. Por esto mismo he querido empezar el 2010 acercándome a la lúcida literatura de una escritora sudafricana que obtuvo en 1991 el Premio Nobel de Literatura. Nadine Gordimer. Dentro de ciento cuarenta días, cuando empiece este titánico torneo, en mi cabeza sobrevolará la obra de Gordimer, con su realismo social, dispuesta a revelar la infausta crónica del país de Nelson Mandela.

En sus letras, Gordimer, muestra como telón de fondo la colonización, el apartheid, los conflictos interétnicos entre afrikaneers, xhosas y zulús. Su literatura exhibe la avaricia del hombre blanco por controlar la riqueza de los yacimientos de diamantes y minas de oro, la guerra entre británicos y bóers por el control de los recursos minerales del país. La historia de un territorio saqueado a nativos milenarios hechos esclavos y condenados a la mirada sucia y engreída del racismo. Una subyugación en la que los bóers se revelaron y lucharon con furia pero sin éxito puesto que no podían hacer frente al devastador ejercito británico, que les instigaba utilizando la táctica de la tierra quemada. Destruir cualquier recurso que pudiera hacerles subsistir: campos de cereales, granjas, transportes, refugios, poblaciones locales y suministros. Sin compasión. Como en todas las guerras.

Con la victoria, planearon una estrategia de control poblacional. Prácticamente el 75% de la población era negra, la táctica política subsiguiente fue la segregación. Sólo los blancos tenían derecho a voto, sólo ellos podían viajar libremente por el país y se les permitía ganar más dinero por la ejecución del mismo trabajo. Los negros eran expulsados a vivir alejados de los blancos y su educación se veía limitada a escuelas separadas de un ámbito empobrecido en recursos. Con el paso de los años, el apartheid provocó repudio, rechazo e indignación en el mundo entero. Numerosos países rompieron relaciones diplomáticas y comerciales con Sudáfrica, generando un creciente aislamiento del gobierno sudafricano. El país fue excluido de los Juegos Olímpicos, de las Copas Mundiales de fútbol, rugby y otras competencias deportivas. Su presencia era intolerable.

No eres «propietario» de un país simplemente por firmar un papelito, como compraste el título de propiedad de tu finca.

El conservador es un industrial cincuentón que decide comprar una finca en Sudáfrica para sentir la belleza de la naturaleza. A su cargo tiene a varios nativos que le trabajan la tierra y le cuidan del ganado. Ninguno de ellos le cuestionada nada aunque Merhing no es muy docto en asuntos agrícolas. Un día Jacobus encuentra a un hombre muerto en la orilla del río que atraviesa su terreno. Este es el único hecho que generará inquietud en el propietario, mientras que a su empleado Jacobus le notaremos siempre una actitud mucho más alerta en sus rutinas diarias. Entre ellos la conservación de los huevos moteados de gallina de Guinea que se encuentran entre los juncos y que los niños capturan como trofeo y divertimento. Un patrimonio ecológico que sus ancestros siempre protegieron y que la transformación sociocultural en la que han entrado pone en peligro desde las nuevas generaciones.

... los africanos disponían de papeles que les convertían en residentes temporales del lugar en que nacieron.

Mehring vive obsesionado por la posesión de sus bienes. Su mayor deseo es conservar a toda costa la vida que lleva, con independencia de las peticiones de su amante izquierdista o de su hijo hippie que se aferra pretenciosamente al estilo de vida neoyorkino. En todas sus conversaciones destaca el lado más sincero de todos ellos.

Es una idiotez ignorar que el sexo está mezclado con ideas emocionales que han ido creciendo a su alrededor hasta hacerse parte de él, desde el amor cortesano hasta la pasión inmoral y todas esas cosas, que no son dolores de crecimiento. Son tan poderosas a los cuarenta como a los diecisiete. Más. Cuanto más maduro eres, mejor y más humildemente reconoces su importancia.

Al leer esta novela he podido apercibir una porción de la vida en África. He disfrutado de las descripciones del paisaje y de los detalles de su naturaleza. Durante la lectura tienes la sensación de estar junto a ellos y compartir sus vidas. Parece que no pasan grandes cosas y al finalizar la historia el círculo se cierra inexorablemente con ese final tan inesperado y que define la brecha creada entre afrikaneers y negros. En ese bosque silencioso. Es un final potente. Un final que dignifica a África. Y esto, quienes mejor lo han sabido hacer, han sido Olive Schreiner, Nadine Gordimer y Doris Lessing que posiblemente son los escritores que han estado más comprometidos con África en su escritura.

Este año, la que fue séptima mujer en ganar los Nobel, me hará acordarme de este mágico país de una manera más humana, más concreta y realista. Es una lástima que existan tantos Mehring en el planeta. Es una verdadera lástima. Por mi parte, cada patada que se le de al balón en el Mundial 2010, supondrá una patada al segregacionismo friático y cerril. Una victoria de la literatura y los derechos humanos.