HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

viernes, 29 de octubre de 2010

Pastoral americana, de Philip Roth

Demoledora crítica social sobre la familia ideal americana. Los Levov sufren como tantas familias un desenfrenado desorden y son víctimas de la vulnerabilidad, la fragilidad y el debilitamiento de las cosas que parecían supuestamente robustas. Esta es la historia de una brecha abierta en la fortificación familiar de "El Sueco", un tierno hombretón rubio, cívico, amable, respetuoso, buen bateador, dueño de una fábrica de guantes de piel y casado con la Miss New Jersey. Un hombre hecho así mismo y adorado por toda su comunidad. Este americano perfecto va a dejar de sonreír para el resto de su vida cuando un día su hija, Merry, la tartamuda, coloca una bomba en la oficina de correos y mata a un hombre, que además es médico. ¿Cómo puede hacer algo así una hija que tiene un padre tan estimado por su comunidad? Seymour Levov, "El Sueco" contrata al escritor Nathan Zuckerman para que relate la tragedia de su familia.

Pastoral americana es un análisis psicológico nítido e inquisitivo de los tres personajes principales que componen esta familia para descubrirnos los cochambrosos valores pusilánimes en los que se cimenta la simulada familia feliz americana. Philip Roth afila su mirada y con una exactitud exquisita penetra en cada uno de los recovecos de esta impostura petulante y artificial. Con la misma receta que Tolstoi presentó a Ivan Ilich: desvistiendo su falsa autenticidad. Esa vida ordinaria, de familia feliz, esconde la mayor de las tragedias, una vida de vacío. Seymour Levov es víctima de un cliché, un Hombre-barro. Su hija será la otra cara de la moneda, rebelde, antisistema, antiburguesa, transformada en tartamuda, asesina y jainita, hasta su última aparición harapienta y espectral. Con ella Roth revisará la Guerra de Vietnam, el Watergate y los cánceres de la nación, judíos y cristianos incluidos.

Una obra maestra ambientada en el mismo Newark que Indignación, de la que destaco en su lectura sus dos primeras partes, Paraíso recordado y La caída, de las tres que componen este imprescindible Huracán en papel que le sirvió a Roth para ganar el Premio Pulitzer y la National Medal of Arts. Se dice que en 2012 el director de cine Phillip Noyce la plasmará en imágenes. Será otra catástrofe, pero bien. Disfruten de la consciencia histórica y social de Philip Roth en esta potente novela coral. Es una de sus mejores obras. Al empezar a leerla queda claro porqué, pero en la mitad de la narración, esta afirmación se hace indiscutible. Potente, potente.

Así pues, en conjunto, la reunión nunca era tan mala como todos habían esperado y, de todos modos, sólo se reunían una vez al año y en el terreno neutral, exento de religión, de la festividad de Acción de Gracias, cuando todo el mundo come lo mismo y nadie se escabulle para comer cosas curiosas, ni torta de patata ni pescado relleno ni hierbas amargas, sino sólo un pavo colosal para doscientos cincuenta millones de personas, un pavo colosal que los alimenta a todos. Una moratoria sobre los alimentos curiosos, las maneras no menos curiosas y la exclusividad religiosa, una moratoria sobre los tres milenios de nostalgia de los judíos, una moratoria sobre Cristo, la cruz y la crucifixión para los cristianos, cuando todo el mundo en Nueva Jersey y los demás lugares puede ser más pasivo sobre sus irracionalidades de lo que lo son el resto del año. Una moratoria sobre todos los motivos de queja y los resentimientos, y no sólo para los Dwyer y los Levov sino para todos los demás norteamericanos que sospechan de todos los demás. Es la pastoral americana por excelencia y dura veinticuatro horas.

domingo, 24 de octubre de 2010

Indignación, de Philip Roth

¿Qué puedo decir de Philip Roth que se ajuste a su maestría? Difícil. Pero puedo contar que su lectura me embruja. Su ladino modo de presentar los conflictos personales produce reflexiones pluscuamperfectas. Me siento muy afortunado por vivir en una época en la que puedo leer todo lo que va publicando. Sentiré una apoteósica satisfacción el día que le den el Premio Nobel. Confío en que sea pronto. Su contribución a entender las vicisitudes y la vulnerabilidad del individuo en nuestra sociedad, rozan la perfección. Es implacable. Su más alto valor reside en el uso literario que hace de la moralidad. Moralidad e inteligencia unidas contra las paradojas e insensateces de la sinrazón.

Indignación es un alegato en contra de los fascismos de la religión y los guetos conservadores de la América profunda. Marcus Messner, alter ego de Roth, entra en el segundo curso de la conservadora Universidad de Winesburg, en Ohio, para seguir estudiando Derecho, porque su padre, un esforzado carnicero kosher de barrio, ha enloquecido de temor y aprensión antes los peligros de la vida adulta, los peligros del mundo, los peligros que en cada esquina acechan a su querido hijo. Marcus decide asistir a esta singular universidad para no sufrir en casa las constantes preocupaciones de su desquiciado padre que no cesa de advertirle peligros desaforadamente. Corre 1951, el segundo año de la guerra de Corea y están mandando a muchos jóvenes a filas.

El relato es adictivo y sobre todo cuando descubrimos que Marcus saca todo sobresalientes, que es una mente brillante, que posee una alta concentración en sus estudios, y... que admira a Bertrand Russell, Nobel de literatura, quien expresó unos muy lúcidos razonamientos en su ensayo Por qué no soy cristiano, en 1927. Ideas demasiado revolucionarias para la mentalidad de Winesburg.

Describiendo la vida en la universidad, sus costumbres y a sus compañeros, hay un momento en la novela donde es imposible no troncharse a carcajada limpia, por el contraste de sensibilidades entre los alumnos. Justo el momento en el que Marcus le pide a Elwyn, su segundo compañero de habitación, que lea la carta que le escribe Olivia, sincerándose, para ver lo que le parece su intento de suicidio. Añado que Elwyn le dejó su coche para que tuviera su primera cita con ella.

—¿Esta es la que te la chupó?
— Bueno... sí.
— ¿En el coche?
— Bueno, ya lo sabes... sí.
— Estupendo —replicó—. Lo único que necesito es que una zorra como esa se abra las venas en mi LaSalle.

Otro de los momentos más potentes del libro es la batalla dialéctica entre Marcus Messner vs El decano Caudwell. Salen chispas. Ateísmo lúcido vs Religión infantil. Marcus echa mano del filósofo, matemático y escritor británico, Bertrand Russell para defender sus pensamientos y actitudes. Inexpugnable. Su capacidad oratoria podría convertirle en uno de los mejores abogados del país si consigue terminar la carrera, pese a los obstáculos que encuentra debido a su personalidad coherente.

“¡In-dig-na-ción! De repente me pregunté cómo se diría en chino. Quería aprenderla e ir por el campus gritándola a pleno pulmón.”

La conversación que Marcus mantiene con su madre acerca de la inestabilidad emocional de Olivia, para que tenga mucho cuidado con las decisiones que toma, es un punto álgido de la novela. Un análisis muy sibilino del proceder de la familia Messner y sus consecuencias. Destaca la importancia del racionalismo como ideal supraexistencial.

“¿Podrás hacer frente a sus gritos histéricos, si llega a ese extremo?¿Podrás hacer frente a sus súplicas desesperadas?¿Podrás mirar a otro lado cuando una persona que sufre te ruega una y otra vez lo que quiere de ti y tu no vas a darle? [...] Debes estar por encima de tus sentimientos. No soy yo quien te lo exige: es la vida. De lo contrario los sentimientos te arrastrarán. Te arrastrarán al mar y desaparecerás para siempre. Los sentimientos pueden ser el mayor problema de la vida. Los sentimientos pueden jugarte las más terribles pasadas.”

Por último, decir que su final es explosivo. Convierte el relato en una defensa de los derechos inalienables del ser humano. Manque le pese al señor Caudwell, Ratzinger, o sea quien sea el mojigato. No la pierdan de vista. Se lee en tres horas. Y... suscita alteridad.

¡Alzaos, los que rehusáis a ser esclavos!

viernes, 22 de octubre de 2010

Las correcciones, de Jonathan Franzen

La mirada de este niño me ha llevado a uno de los más fascinantes tránsitos de conciencia. Las correcciones son el puente hacia un futuro mejor. Corregir es sinónimo de autorrealización para Jonathan Franzen. Es sinónimo de defensa, de identidad total, de dominio personal y de satisfacción íntegra. Su novela incide en la necesidad de realizar algunas correcciones para que todo tome un sentido más pleno. Corregir aquello que provoca un error. Corregir todas aquellas cosas que se hacen mal. Corregir. Enmendar. Un verbo que tras la lectura de este titánico reto narrativo se me aparece como un desafío catártico, universal y luminoso. Jonathan Franzen describe arrolladoramente la actual sociedad norteamericana que se hunde en la irascibilidad y el negativismo por culpa de una devastadora crisis financiera. La mejor radiografía contemporánea que se ha realizado de EEUU en los últimos veinticinco años. Superior a la visión de Don Delillo, superior a la retina de Dave Eggers. Jonathan Franzen es hoy por hoy, el mejor escritor norteamericano de nuestro siglo. Sus descripciones te clavan súbitamente en la escena, dejándote atónito, con una fuerza literaria que explota en su máximo exponente: penetrar en la realidad desde los frágiles hilos de la ficción.

El modelo literario de Frazen no puede ser más potente. Esta es la realidad que acontece. Corrijámosla. Es momento para el tránsito. Desde Huracanes en papel tengo el cósmico placer de blogosferar que por fin llegó nuestro anhelado Nuevo Tifón Literario. Franzen es el Joyce coetáneo que ambicionábamos los lectores de la Alta Literatura. Cuando entren en sus paráfrasis notarán que existen nuevas formas de crear conceptos modernos, que pertenecen a las vírgenes praderas de la escritura expansiva. Su inteligencia me ha hecho sobrevolar libremente por este mundo que gira con un pulso difícil de narrar. Su mensaje de vitalidad perdurará durante muchas generaciones. Wittgenstein sigue en auge porque Franzen escribe para la colectividad. Recuerden que para el próximo año, en 2011, llegará su última novela, Freedom, publicada en España por la Editorial Salamandra. Mi deseo es ígneo. Esperaré afanoso e inundado de más literatura. ¡Disfrútenlo! y... ¡corrijan lo infausto molesto! ¡corrijan! ¡corrijan! Es catártico.