Giani Stuparich se sentaba a hablar con Kafka en el café Europa de Praga sobre el sentido de la vida, la literatura y la muerte –temática identitaria entre los escritores de Trieste que han tenido muy presente en sus obras la linea que marca el fin de las cosas o les da pleno sentido–. Stuparich escribió novelas, ensayos y poesía, pero su talento explosionaba en el relato corto y en la memoria autobiográfica.
En La isla fue donde Stuparich dio lo mejor de sí mismo. Es la narración de un encuentro en la isla de Istria entre padre e hijo, un encuentro propuesto y deseado por el padre, a las puertas de su muerte. El padre descubrirá lo que significa dejar descendencia y el joven afrontará el sentido de la pérdida. La isla es el escenario perfecto, el más poético, pues simboliza la complejidad de esta huida, el refugio contra el amenazador asalto del mar del inconsciente, un territorio entre la conciencia y la voluntad, donde se condensan las fuerzas ilógicas al borde del océano. Padre e hijo juntos navegan por este tránsito guiados por el instinto y la naturalidad de sus emociones. Los sentimientos son la brújula que dirige el barco. Si llegan a esta isla serán aspirados por un Huracán en papel. Ojalá algún día caiga en sus manos. ¡Blum!
«Ya no era más que un hombre cansado, con profundas arrugas en el rostro, la boca amarga y entreabierta, como si sufriera al respirar.»
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