Arthur Schnitzler fue el autor más representativo de la décadance austriaca de comienzos de siglo, el gran retratista de la época áurea del modernismo vienés, el mejor analista moderno de la pasión erótica. Médico y escritor, contiene una identidad doble y escindida. Coetáneo de Freud, su literatura despega a partir de 1900 con la lectura de La interpretación de los sueños la cual infiere en sus siguientes obras un carácter que escandalizará a toda la sociedad vienesa, llegando a convertirse en un autor prohibido en todo el imperio austriaco, pero a su vez muy respetado por la pujante generación de los Zweig, Roth, Mann o Herman Hesse. Supo reflejar admirablemente el ocaso de la aristocracia habsbúrgica, con todo su cortejo de miseria monetaria y moral, como la aparición simultánea de una clase burguesa ambiciosa, snob y falsamente cosmopolita. Pone en pie un mundo grandilocuente, adornado de un brillo de bengala, de ámbitos cerrados, inspirados en una doble moral, un mundo frívolo y exhibicionista, en su obsesión por distraerse, atraído por el baile, la fácil seducción, el tenis y el duelo como forma de solucionar las falsas cuestiones de honor, un mundo de proyección e ilusión narcisista, que capta con minuciosidad debido a su naturaleza de explorador de las profundidades psicológicas.
Relato soñado es una novela doble o Doppelnovelle, una literatura adscrita a la corriente de consciencia que bucea en el monólogo interior y que se centra en la narración de las aventuras y deseos eróticos de un matrimonio, Fridolin y Albertine, su bella mujer. Se trata entonces de narración doblada porque cada uno por separado contaran su historia. La obra se abre con una cita de las mil y una noches, el relato dentro del relato exótico, que leído por la hija del matrimonio antes de ir a dormir, nos transporta con la imaginación a un cielo azul estrellado donde, como en el sueño, todo es posible.
«Veinticuatro esclavos morenos remaban en la espléndida galera que llevaba al príncipe Amgiad al palacio del Califa. El príncipe, sin embargo, envuelto en su manto de púrpura, estaba echado en cubierta bajo el cielo de la noche, de un azul oscuro y tachonado de estrellas, y su mirada...»
Ambos padres recogen el libro y acuestan a su hija, ambos la besan, y ambos se quedan por fin a solas en su recámara y reanudan una conversación iniciada en la cena acerca del baile de máscaras al que asistieron la noche anterior. Ambos cónyuges habían sido levemente tentados: Fridolin por dos mujeres enmascaradas, Albertine por un caballero polaco. Al final de la velada, se juntan los esposos, se seducen mutuamente y acaban haciendo el amor en su cama. Bellísima historia matrimonial. Pero pasado un día, con sus afanes y rutinas, se encuentran de nuevo cara a cara al caer la noche y recuerdan y comentan lo que hubiera podido ser una ocasión perdida. Sobre esa charla ligera surge una conversación seria sobre los deseos ocultos y apenas sospechados que pueden embargar a cualquiera. Rebuscan en el pasado momentos en los que el deseo ha surgido inesperadamente y necesitan confesarse cómo han llegado, cada uno por separado, rozándolo, al límite de la infidelidad. Albertine, en pie de igualdad con su marido, le relata una aventura con un joven danés con el que habría estado dispuesta a abandonar a su familia.
«Si me hubiera llamado, no hubiera podido resistirme. Me creía dispuesta a todo; creía estar prácticamente decidida a renunciar a ti, a la niña, al futuro, y –añade– al mismo tiempo (¿puedes comprenderlo?) me eras más querido que nunca.»
La sombra del adulterio hiere a su marido que, aun confesando culpas parecidas, no acepta con facilidad el haber sido doblado por otro, aunque se haya tratado de un deseo no realizado. Fridolin esa noche debe salir a atender a un paciente y su salida se alargará en una infinita fuga literaria por los vericuetos eróticos de una ciudad doblada por la moral desenfrenada de una noche cualquiera. Fridolin no quiere volver a casa. Pasea y entra en un bar donde se encuentra a un viejo amigo pianista, un libertino que ha abandonado la ciudad. Está de paso tocando el piano en diferentes garitos. Le cuenta que esa noche debe tocar en una reunión de una sociedad secreta. El acceso es restringido; el relato de los ritos que allí se llevan a cabo excita la imaginación de Fridolin. Intenta a toda costa convencerle de que le facilite la contraseña que le permitirá franquear la entrada a la reunión. Y por supuesto logrará entrar.
Relato soñado fue la obra en la que se apoyó Stanley Kubrick para rodar Eyes Wide Shut. Muchos elementos de una extraña y fascinadora intensidad se entrecruzan y enlazan en este relato que dejó sin comentarios y sin palabras a Sigmund Freud. Schnitzler poseía una sutileza fuera de lo común y unas capacidades descriptivas y psicológicas extraordinariamente modernas, situando al lector en un terreno ambiguo y ambivalente, de una mágica ensoñación. ¡Blum!
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