Versus ha sido un amuleto de verano, una sorpresa, como un mensaje de botella que llega expectante a la deriva por el océano, sin lógica ninguna, como el intento de escapar del tiempo histórico para detener el reloj y la muerte donde el instante del amor fugaz es la única eternidad. Vida y literatura serán sinónimos en este deleite de impulsos estoicos que reflejan la soledad, la nostalgia, la inmensidad y lo concreto, lo abstracto y la nada.
Capturé la obra en Los portadores de sueños, una céntrica librería de Zaragoza, de su selecta sección de novedades. Necesitaba algo fresco y maduro, y con esas reglas topé con el naufragio de Karlos Linazasoro, que me ofreció mucho más de lo primero que de lo segundo. Realicé la lectura en un viaje en tren por Euskadi.
Versus contiene una gran dosis de sincretismo cultural expuesto con su máxima brevedad y concisión, a modo de un Haiku-Naufragio. Cada estampa se basa en el asombro y la emoción que le produce al personaje la contemplación de su vida-pérdida. En estas letras sobrevive un poeta en decadencia que imagina como frase para su epitafio:
Capturé la obra en Los portadores de sueños, una céntrica librería de Zaragoza, de su selecta sección de novedades. Necesitaba algo fresco y maduro, y con esas reglas topé con el naufragio de Karlos Linazasoro, que me ofreció mucho más de lo primero que de lo segundo. Realicé la lectura en un viaje en tren por Euskadi.
Versus contiene una gran dosis de sincretismo cultural expuesto con su máxima brevedad y concisión, a modo de un Haiku-Naufragio. Cada estampa se basa en el asombro y la emoción que le produce al personaje la contemplación de su vida-pérdida. En estas letras sobrevive un poeta en decadencia que imagina como frase para su epitafio:
«Sigo esperado.»
Versus viajaba en un trasatlántico con Alice y mil doscientas personas, en una negra noche de tormenta. Las flechas de fuego, con una fuerza endiablada, partieron en dos el enorme barco, como si fuera de papel. Nada se sabe de ninguno de ellos. En la isla de Versus no hay espejos, sólo una palmera. No recuerda cuantos años lleva naufragado. Pueden ser seis o doce, pero pueden ser también dieciocho. A veces el mar le trae libros y ve ballenas a menudo, rojas, blancas, azules, de variados colores. Lleva una alimentación sana y equilibrada. Aprendió a beber agua salada, pues de lo contrario habría muerto. Lo sabe todo sobre el agua que toma. Cuando regrese a casa va a escribir una novela-náufrago. No toma apuntes, lo tiene ya todo en la cabeza.
«Según la mitología vasca, todo lo que tiene nombre, es.»
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