Cierro este año convulso con la sexagésimo séptima lectura de una ruta repleta de múltiples literaturas huracanadas que me han permitido explorar nuevos estilos y temáticas sin dejar de vigilar a los sólidos y robustos clásicos. Y echo el cierre con un joven escritor neoyorkino afincado en el mismo distrito en el que vive Paul Auster o vivió Herman Melville, el barrio de Brooklyn.
En este caso John Wray publica su tercera novela y lo hace para tratar un tema complejo, la esquizofrenia y los trastornos paranoides. La historia te sumerge en su tensión de forma inmediata. Un joven de dieciséis años se escapa de Bellavista, un psiquiátrico en el que está internado en régimen completo, controlado a base de una ensalada de medicamentos: Lagactil, Clozapine, Zyprexa y Depakine. Al huir su madre se pone en contacto con la unidad de desaparecidos para que empiecen a buscarle y a partir de allí empezamos a conocer a los cinco personajes que completarán la obra en un escenario que destaca principalmente sobre los demás, el metro de Nueva York. Un nexo underground que nos recuerda al estilo contracultural del virtuoso Don Delillo en Submundo.
“No tienen ni idea de cómo funciona el Largactil, ni la Clozapine, ni ninguna de sus balas de plata. La esquizofrenia bien podría contraerse por ingerir azucar glas.”
Lowboy es el apodo que le pusieron las celadoras en Bellavista. Un lowboy es una cómoda baja, un objeto inútil que suele estar por casa, junto a los demás muebles. La novela nos permite profundizar en su historia, observar cómo interactúa con los demás, percibir sus conflictos y mantenernos alerta por la manera que tiene de comunicarse con algunos personajes. En concreto con un señor que encuentra en un vagón de metro. Lowboy esconde una agresividad subyacente en su conducta, en sus contactos con el otro. Sufre delirios de persecución. Su mente ha creado a dos misteriosos seres, Calavera y Esqueleto. Ambos aparecen y desaparecen dentro de las galerías del metro. Su miedo se manifiesta precisamente en el sitio más bonito del mundo para Lowboy. Union Square.
Durante la novela podremos leer las interesantes descripciones que hace de los vagones del metro. Comenta que son vehículos diseñados en base al miedo de ser atacado. Para empezar son impermeables, lo más cómodo para limpiarlo con una manguera en caso de derramamiento de sangre. Y están planteados para gente miedosa, nadie se sentaba de espaldas a nadie. Curioso.
En ciertos momentos Lowboy expone su extrañas teorías sobre diversos temas que no dejan de causar estupor. Uno de ellos el de las percas. Lowboy dice que las percas de los Grandes Lagos de Norteamérica se extinguen. Dice que ya no hay crías porque las aguas contienen medicamentos. Al mear la gente los expulsa en el retrete y los retretes van al agua y ese agua es el que respiran los peces. Traminex, Zypresa y Depakine vertidos en los Gran Lagos. ¿Rocambolesco?
En fin. Una lectura muy interesante que complementa el conmovedor caso de esquizofrenia de la hija del escritor Michael Greenberg, relatado en su primera novela llamada Hacia el amanecer y publicada también en este sugestivo año.
Bien. Aquí sello el cierre Blog 2009. Les deseo una potente entrada en el 2010 y que sus literarias visiones se cumplan hasta extremos hiperrealistas. Ha sido un placer compartir con ustedes el amor por la literatura. Yo me he empapado de ustedes y sé que ustedes han volado tal vez durante un minuto en este Alto Vacío dedicado a los Huracanes en papel. ¡Disfruten! El próximo año vienen cosas muy interesantes. Esto continua. La lectura es la fábrica de la imaginación que nos vuelve cada vez más libres. Hasta el año que viene, amantes de la Literatura de Altura.
“No tienen ni idea de cómo funciona el Largactil, ni la Clozapine, ni ninguna de sus balas de plata. La esquizofrenia bien podría contraerse por ingerir azucar glas.”
Lowboy es el apodo que le pusieron las celadoras en Bellavista. Un lowboy es una cómoda baja, un objeto inútil que suele estar por casa, junto a los demás muebles. La novela nos permite profundizar en su historia, observar cómo interactúa con los demás, percibir sus conflictos y mantenernos alerta por la manera que tiene de comunicarse con algunos personajes. En concreto con un señor que encuentra en un vagón de metro. Lowboy esconde una agresividad subyacente en su conducta, en sus contactos con el otro. Sufre delirios de persecución. Su mente ha creado a dos misteriosos seres, Calavera y Esqueleto. Ambos aparecen y desaparecen dentro de las galerías del metro. Su miedo se manifiesta precisamente en el sitio más bonito del mundo para Lowboy. Union Square.
Durante la novela podremos leer las interesantes descripciones que hace de los vagones del metro. Comenta que son vehículos diseñados en base al miedo de ser atacado. Para empezar son impermeables, lo más cómodo para limpiarlo con una manguera en caso de derramamiento de sangre. Y están planteados para gente miedosa, nadie se sentaba de espaldas a nadie. Curioso.
En ciertos momentos Lowboy expone su extrañas teorías sobre diversos temas que no dejan de causar estupor. Uno de ellos el de las percas. Lowboy dice que las percas de los Grandes Lagos de Norteamérica se extinguen. Dice que ya no hay crías porque las aguas contienen medicamentos. Al mear la gente los expulsa en el retrete y los retretes van al agua y ese agua es el que respiran los peces. Traminex, Zypresa y Depakine vertidos en los Gran Lagos. ¿Rocambolesco?
En fin. Una lectura muy interesante que complementa el conmovedor caso de esquizofrenia de la hija del escritor Michael Greenberg, relatado en su primera novela llamada Hacia el amanecer y publicada también en este sugestivo año.
Bien. Aquí sello el cierre Blog 2009. Les deseo una potente entrada en el 2010 y que sus literarias visiones se cumplan hasta extremos hiperrealistas. Ha sido un placer compartir con ustedes el amor por la literatura. Yo me he empapado de ustedes y sé que ustedes han volado tal vez durante un minuto en este Alto Vacío dedicado a los Huracanes en papel. ¡Disfruten! El próximo año vienen cosas muy interesantes. Esto continua. La lectura es la fábrica de la imaginación que nos vuelve cada vez más libres. Hasta el año que viene, amantes de la Literatura de Altura.
2 comentarios :
Feliz Año Tránsito... y gracias a ti por tu trabajo, lo que nos enseñas, cómo lo enseñas...
Del 2009 me quedo con nuestro reencuentro, tan casual.. como no podía haber sido de otra manera! y para el 2010 te deseo vista... vista de lince... vista para que puedas seguir leyéndonos... a ambos: a los libros, y a las personas!
Un beso,
Me ha costado llegar al final. He descubierto con cierta decepción que detrás de lo que se preveía como una historia interesante, no había nada de nada. Un chichle paranoico alargado 300 páginas.
En mi humilde opinión, lo mejor, la portada.
Una lástima.
Un saludo
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