HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Enrique Vila-Matas, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

lunes, 29 de junio de 2009

Las ciudades invisibles, de Italo Calvino

Ciudades infernales, ciudades telaraña, ciudades mortuorias, ciudades laberinto, ciudades acuáticas, ciudades atadas o ciudades abisales. Todo tipo de metrópolis imaginarias, ciudades invisibles que se alojan dentro de nuestras rígidas ciudades racionales. Italo Calvino describe, abriendo el arca de la fantasía, espacios urbanos legendarios por los que transitan mellizas vestidas de coral, hombres de pelo blanco, gigantes tatuados, cortesanas con abanico de plumas de avestruz, efebos o ciegos guiados por guepardos. Lo insólito se convierte en mundo propio y el texto adquiere apariencia tridimensional.

En cada una de ellas, con nombre de mujer, nuestro afán por explorar la ficción obtiene una ambiciosa recompensa, un emplazamiento desde el que interactuar con nuestros sueños. Ciudades sutiles se despliegan en la imaginación, extendiéndose hacia los fértiles territorios de nuestro recuerdo. Edificios vivos, calles zigzageantes, plazas intemporales, habitantes singulares que pasean por aceras de estaño sorteando caudales refrescantes de un subsuelo movedizo. La ciudad ensoñada se solidifica a cada renglón literario y en su descubrimiento la vemos vestirse con una identidad minuciosa y detallada.

Las ciudades invisibles se presentan como una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Jan, emperador de los tártaros. Cada capítulo del libro va precedido por sus conversaciones, y tras interesantes reflexiones el viajero imaginario le habla de diferentes ciudades imposibles que nos permiten investigar la crisis de la ciudad moderna y la crisis de la naturaleza.

La imagen de la megalópolis, la ciudad continua, uniforme, que va cubriendo el mundo, domina de la misma manera este artístico libro. Al finalizar la lectura sólo ronda una pregunta en mi cabeza: ¿Qué es hoy la ciudad para mi? Tal vez me aproximo a Cloe; sin embargo, desearía que fuera Andria; y aún así, no estoy del todo seguro. Ahora bien, no me cabe ninguna duda que mañana cuando suelte el pomo del portal y me arroje al asfalto de Zaragoza, mis ojos emitirán una nueva mirada. Mañana pues, iniciaré esa luminosa búsqueda que me permita liberarme del infierno... buscaré tal y como apunta el Majestuoso Italo Calvino.

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.


Disfruten de la Literatura de Altura, aférrim@s amantes del arte letrado. ¡Disfruten!

domingo, 28 de junio de 2009

La reina en el palacio de las corrientes de aire, de Stieg Larsson

A las diez, como todas las mañanas, abrieron mi librería fetiche y allí estaba yo, cruzando el umbral de su puerta, mientras me quitaba las gafas de sol en tan brillante día. —¡Buenos días! (sonrisa radiante) ¡Ya es 18 de junio!— Félix, el joven librero, alargó la mano ipso facto por debajo del mostrador y sacó mi ansiado tesoro, liberándolo a mi afanosa vista, producto de la rabia por tan larga espera. Observé la portada cautivado, y me produjo desolación. Una mujer articulada, con sutil mimo y precisión acariciaba vigilante su azabache melena que le colgaba extensa por delante del cuerpo, fundiéndose en la oscuridad de sus soledades, con mirada suspicaz. La reina en el palacio de las corrientes de aire. ¿Quién será esta vez? Me ardía la curiosidad. Salí de la librería con diligente impulso y porté el macizo volumen hasta casa. Me senté en mi Silla Giratoria MARKUS e inicié tan codiciada lectura acompañado con una tetera rebosante de Té de Loto y dispuesto a calmar mi voracidad larssoniana.

Millenium III se centra sobre todo en el entramado de espionaje entre Rusia y Suecia durante los años setenta y ochenta, época en la que Lisbeth es internada en un psiquiátrico para anular su cuerdo testimonio y su peligrosa rebeldía. El personaje de Zalachenko (padre de Lisbeth Salander) le permite rescatar temas como el misterioso asesinato del socialdemócrata Primer Ministro Olof Palme, considerado por la Säpo como un espía ruso que conspira contra la extrema derecha de Suecia; destapa a su vez la avaricia de muchas empresas de su país que obtienen estratosféricas ganancias despidiendo a todos sus trabajadores y explotando a niños que trabajan en Vietnam o Tailandia por ridículos e inhumanos salarios, consiguiendo así importaciones a muy bajo coste. Esto favorece el análisis de la trama extendiendo el interés a más contenidos que enlazan con el deseo de Larsson por denunciar las injusticias sociales.

La novela tiene momentos muy tensos, la intriga es adictiva y te lleva a devorar las páginas compulsivamente, sin embargo hay tramos que se hacen muy pesados. Hasta trechos de cuarenta páginas que te introduce en detalles superfluos que no le aportan nada a la historia ni a los personajes. Mucha paja indigesta que la aleja de la vertiginosidad narrativa de Los hombres que no amaban a las mujeres.

Destaco como elementos decisivos y jugosos de la novela, el proceso judicial en el que está implicada Lisbeth; la lúcida y potente defensa de Annika Giannini, su abogada; la función de apoyo que cumplen los componentes del grupo Hacker Republic, y el desenlace final ambientado en esa inhóspita y tétrica fábrica abandonada.

Reconozco que me reí mucho por cómo Lisbeth aborda sexualmente a Dieter, un hombre de negocios alemán con sobrepeso y casado, que aparece de forma casual en sus vacaciones en Gibraltar. Me resultó una escena un tanto grotesca. Creo que me cortó el rollo que tenía montado en la cabeza con Salander. No sé, tal vez fue un simple choque conceptual de identidad, pero me reí de lo lindo.

Aunque no se trata de Literatura de Altura, en conjunto, estoy muy contento con toda la Trilogía Millenium. Estoy seguro que seguirá ganando lectores y eso es un absoluto triunfo para la literatura. Siento que Lisbeth Salander se ha convertido en la actual Nora de Casa de muñecas de Henrik Ibsen. Un potente icono del feminismo contemporáneo. Stieg Larsson permanecerá en mi memoria como un héroe literario atravesando las arenas del tiempo, portando una blanca bandera con los valores de la igualdad, el derecho a la información y la justicia universal. Deseo que la literatura siga sus pasos derrotando a muchos Zalachenkos y enalteciendo el espíritu convulso y rebelde de próximos Salanders y Blomkvists. ¡Qué gran legado nos ha dejado Larsson!

martes, 16 de junio de 2009

Odile, de Raymond Queneau

Raymond Quenueau fue un poeta y novelista francés. Se graduó en 1919 en latín y griego, se trasladó a estudiar en la Sorbona de París donde estudió tanto matemáticas como letras. Se graduó en filosofía y psicología y se sintió atraído por el movimiento surrealista, hasta que en su viaje a Grecia (1932) descubrió notables divergencias entre el lenguaje escrito y hablado que le permitieron evolucionar hacia un estilo infrecuente denominado neofrancés, favoreciendo la modernidad en el campo de la literatura.

Roland es un joven francés hiper-racional, pero desorientado, que defiende las ecuaciones algebraicas de una incógnita como medio para describir y explorar la realidad. No pretende construirla ni inventarla, tan sólo, descubrirla. Su historia comienza al poco de entrar como soldado en el Rif, una región montañosa del norte de Marruecos, ocupada por colonias españolas y francesas, en un momento de fuerte sublevación por parte de los bereberes chleuhs. Tras comprobar los horrores de la Guerra de Marruecos (1911-1926) regresa a París y allí contacta con grupos comunistas y con miembros del Movimiento Surrealista, entre los que se encuentra Anglarés, el presuntuoso gurú del movimiento, hombre de binóculo, corbata roja y sombrero de fieltro negro (transfiguración de André Breton) y jefe de una secta adscrita a todo tipo de grupos que acechan las resonancias del Infrapsiquismo: telepáticos dialécticos, antropósofos discordantes, yugoslavos anticoncepcionales, espiritistas paralíricos, polipsiquistas intolerantes, espiritistas incubófilos, socio-budistas disidentes... y un largo listado de individuos de diverso pelaje.

Odile es el nombre de una prostituta, de una mujer enigmática a la que conocerá dentro de este Círculo de "ismos". Su apodo está asociado a un animal totémico: "coc-Od(r)ile". Ella es el alma gemela de Roland, una mujer golpeada, que no se mueve del lugar en el que cae. Permanece allí donde le tumba la tormenta, indiferente a las hojas que barre el viento. Y con la que establecerá una relación de opuestos e identidad fronteriza.

“ — Ya no miro a mi alrededor —me decía ella—, ni arriba ni abajo. A ningún lado. Voy a donde voy: a ninguna parte. Un caso parecido al suyo.”

Roland no se ata a nada, no es de nadie, únicamente explora y su escepticismo desvinculante le lleva a convertirse en herético del surrealismo, en hereje del inconsciente, que le atrae de alguna manera pero del que no se deja abrazar irrevocablemente. Al principio de la obra se expone en tono burlesco un ejemplo del infrapsiquismo literario procedente de las sesiones convocadas por el grupo de surrealistas en la casa de Anglarés, que da paso posteriormente a un interesante análisis sobre los abismos del desorden perceptual :

“ —Pronósticos para la jornada del 18-7-x. - Las hierbas se han apagado en el prado de acero en el que se abren los pepinos. ¿Has visto la nube de sombras que respiraba el aire infinito de las cimas? Ven a nadar sobre los océanos vencidos por las brisas y que los oficiales de dientes verdeantes por las algas atraviesan a paso lento. Veo crecer sables sobre los nueve dados que ofrecen los astrólogos las múltiples deidades. De regreso a estas orillas en las que murieron nuestros padres un hombre avanzaba armado de cabellos lentos.”

La estructura narrativa de Odile supone una denuncia de las convenciones de la novela; enfrenta el antagonismo entre lengua escrita y lengua hablada; le da siempre prioridad a la estructura sobre la forma y el contenido; muestra el uso del neofrancés para reproducir en ortografía fonética el verdadero sonido de las palabras; y arroja el concepto de verso-novela, todo ello afín a la patafísica, un movimiento cultural francés de la segunda mitad del siglo XX vinculado al surrealismo pero que se basaba en el principio de la unidad de los opuestos, siendo por lo tanto un medio de descripción de un universo complementario, constituido por excepciones. En la patafísica , todo es anormalidad, la regla es la excepción de la excepción, es lo extraordinario, lo que explica y justifica la existencia de la anormalidad.

La historia forma parte de una novela de aprendizaje o Bildungsroman, como lo denominan los alemanes, con la que Raymon Queneau muestra el desarrollo físico, moral, psicológico y social de Roland, con carácter autobiográfico, puesto que comenzó su carrera literaria dentro del movimiento surrealista, a cuyo grupo perteneció durante cinco años y del que André Breton, máximo maestro de ceremonias, lo expulsó finalmente a causa de desavenencias literarias y personales. Este periodo determinó su animadversión hacia las vanguardias y queda mordazmente testimoniado en esta obra que muestra el escaparate de vivencias decepcionantes y agridulces de esa época convulsa en la que afortunadamente emerge el amor como vía de autorrealización. La obra fue escrita en 1937. Se publicó en 1964 por Éditions Gallimard. En 2007 llegó a España bajo la protección de Ediciones Marbot.

Odile nos permite reconquistar la sencillez humana, indagar sobre el porqué del sufrimiento y analizar una a una las circunstancias que nos destruyen, imbuidos en la obstinación y el orgullo de grandeza, temerosos de nuestro ser "normal" capaz de amar a una mujer que nos espera, tal vez, en la algarabía de un puerto, como narra esta sabrosa roman à clef.

domingo, 14 de junio de 2009

El viajero del siglo, de Andrés Neuman

Soberbia novela. Redonda. Íntima. Romántica. Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) tardó casi cinco años en escribirla, iniciando la historia en Granada en junio de 2003 y finalizándola en noviembre de 2008. La presentó al XII Premio Alfaguara de Novela bajo el seudónimo de von Stadler y fue seleccionada como la mejor novela de las seis que les llegaron al jurado presidido por Luis Goytisolo, de las quinientas y seis presentadas a concurso. Bingo.

Ambientada en la Alemania post-napoleónica del siglo XIX, en una ciudad llamada Wandernburgo, que condensa, a pequeña escala, los conflictos de la Europa moderna. Hans, un viajero enigmático llega en carruaje a una ciudad en forma de laberinto de la que parece imposible salir. Cuando el viajero está a punto de marcharse, un insólito organillero lo detiene, cambiando para siempre su destino. A partir de ahí, entraremos en una palpitante historia de amor, y en elocuentes diálogos intelectuales sobre literatura, filosofía y música, junto a interesantes personajes que visten la novela con total contextualización.

Su mayor virtud reside en la claridad con la que desglosa la antología de la literatura europea, destacando a los mejores escritores franceses, alemanes, ingleses, españoles y portugueses del siglo XIX. Desde Cervantes, Goethe, Hölderlin, Werther, Schiller, Quevedo, San Juan, Garcilaso, Juan Inés de la Cruz o Bocage, entre muchos de los rescatados.

La temática de las conversaciones en el Salón Gottlieb es muy jugosa. Charlan sobre todo tipo de libros; debaten sobre la educación lectora para rechazar los malos textos; y plantean la importancia de las jerarquías literarias formada por filólogos y críticos literarios para rehuir de la literatura cerril. Hans, el protagonista, critica despiadadamente la moda de las novelas históricas tildándolas de "penosas".

No tengo nada contra el género, sólo que rara vez se le hace justicia. Creo que el pasado no debería ser un entretenimiento, sino un laboratorio para analizar el presente. En esos folletines suele haber dos clases de pasado: paraísos bucólicos o falsos infiernos. Y en ambos casos el autor miente.”

Otro de los puntos interesantes aparece en su descripción del ideal literario a través del cual entiende el estilo como una búsqueda sin final y evita cualquier definición previa que la condicione. Destaca, a su vez, la inquietud de los poetas como el máximo exponente de una constante transición que asegura la república de las letras. Cita en varias ocasiones a Schlegel para aducir que la literatura de calidad o la poesía es un discurso que propone leyes propias, y que sus partes son ciudadanos libres que deben pronunciarse para llegar a un acuerdo.

En otros momentos de la novela, los personajes dialogan, a veces con profusa tensión, sobre las claves del pensamiento moderno, el que emanó de las propuestas filosóficas de Fitche, Kant, Hegel o Schopenhauer, lo que permite conocer la distancia de sus planteamientos y sus repercusiones en nuestra cultura actual.

Las cartas de amor entre Hans y Sophie son bellísimas. Las escenas en las que traducen juntos a diferentes poetas me han resultado exquisitas, eróticas y fraternales.

Puesto que el entrañable organillero es una de las figuras recurrentes en el devenir laberíntico de Hans, la música resuena en toda la novela. Mozart, Haydn, Beethoven, Boccherini, Von Weber... uno por uno nos ayudan a remontarnos a un pasado engalanado de genios que nos harán entender cómo era la Europa de aquel periodo y hasta que punto el tránsito de culturas y la diversidad de pensamiento favorecen el progreso y la universalidad. Todos somos Hans, El viajero del siglo. Cojan su maleta y atrévanse a viajar, por todo aquello que les espera. Disfruten. Nuevos vientos les darán la bienvenida, siempre.

jueves, 4 de junio de 2009

Otra vuelta de tuerca, de Henry James

Con un lenguaje hipnótico y un elegante estilo literario dirigido a explorar los límites de la conciencia, Henry James (Nueva York, 1843 – Londres, 1916) nos arroja con esta elocuente novela gótica al enigmático mundo de los fenómenos extraordinarios con el fin de provocar en nosotros una verdadera reacción convulsa. La esmerada e incitante ambientación produce en la piel auténticos escalofríos criogénicos, de tal forma que si alguien le ve leyéndola podría notar que su rostro está más pálido que una sábana blanca.

Henry James , escritor y crítico literario estadounidense vivió mucho tiempo en Europa, lo que le hizo adquirir una refinada cultura, la cual notarán, nada más empezar a leer sus kilométricas frases pomposas. Padecía un tartamudeo atenuado que consiguió superar al desarrollar el hábito de hablar muy despacio y prudentemente. Creía que la buena literatura debía parecerse a la conversación de un hombre inteligente.

No quiero adelantarles mucho más de lo que aquí les voy comentar sobre la trama. Únicamente quiero dejar estas escuetas pinceladas y advertirles que su lectura es totalmente adictiva gracias a la decoración y a los perfiles psicológicos de los personajes, como el de la
Señora Grouse, la institutriz, la figura ausente del patrón y los sobrinos de Douglas: el pequeño Miles y Flora.

Douglas, rodeado de un selecto grupo de oyentes que charlan sobre el misterioso caso de la aparición de un espectro a un inocente niño, rememora una historia todavía más lúgubre y siniestra de un fantasma que se le apareció a dos niños. Ha guardado en silencio este suceso durante muchos años por ser demasiado horrible. Está más allá de toda imaginación. Es espantosamente macabro, por su misteriosa fealdad general, su horror y su sufrimiento. La historia está escrita y se halla en un cajón cerrado hace ya más de veinte años. Está escrito con una tinta descolorida y por la más hermosa de las manos. La de una mujer, encantadora, diez años mayor que él, y de la que estuvo salvajemente enamorado: la institutriz de su hermana, quien le envió el manuscrito sobre lo sucedido antes de morir.

El secreto de la novela se esconde en las singulares narraciones que emite la institutriz. Al cruzar el umbral de la mansión familiar en Essex dudarán de todo y de todos, puesto que en cada capítulo se le da a la historia otra vuelta de tuerca. La tensión está asegurada. Nos encontramos ante un
hito insoslayable en la historia de la literatura universal. Disfruten cuanto puedan.

“Joven como era, me sorprendió en nuestro pequeño recorrido con su confianza y su valor, entrando en habitaciones vacías y sombríos corredores, recorriendo retorcidas escaleras que me hacían detener, e incluso llegamos hasta la parte superior de una antigua torre cuadrada almenada que me produjo un vahído, mientras ella seguía hablándome más allá de las cosas que le preguntaba y conduciéndome en mi visita. ”



martes, 2 de junio de 2009

La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares

Por un error de la justicia un escritor es condenado a cadena perpetua y decide huir para no ser apresado. Un italiano, que vende alfombras en Calcuta, le sugiere la idea de esconderse en un secreto lugar. El comerciante cree que para un perseguido, sólo hay un lugar en el mundo, pero en ese lugar no se vive. Es una isla. La isla de Villings, perdida en algún recóndito lugar del Pacífico Sur. Algunas personas construyeron, en 1924, un museo, una capilla y una pileta de natación. Las obras están concluidas y abandonadas. Dentro existe un foco de enfermedad, aún misteriosa, que mata de afuera para dentro. Caen las uñas, el pelo, se mueren la piel y las córneas de los ojos, y el cuerpo vive ocho, quince días. Ni los piratas chinos la tocan. Aun así, el fugitivo, decide partir.

Al poco de instalarse en la parte alta de la misteriosa isla, y sobrevivir a los peligros de dicha infección mórbida, descubre la llegada de un grupo de turistas, entre los que se encuentra una mujer de la que pronto se enamorará y Morel, un científico al que le gusta hablar de la inmortalidad y que pretende llevar deliberadamente al grupo de snobs con los que convive, hacia una existencia cíclica, mediante una máquina de su invención, con la que les ha estado grabando todas sus acciones durante una semana. Morel cree que la máquina capturará sus almas, y repetirá la grabación por toda la eternidad, dándoles así una vida eterna. La razón que Morel aduce para haber hecho esto es que está enamorado y que desea pasar la eternidad con su amada. Aunque Morel en ningún momento menciona el nombre de ella, el fugitivo piensa que se refiere a Faustine, quien se convierte en el móvil de toda la historia.

La invención de Morel es la mejor obra de Adolfo Bioy Casares. Adscrita al género de la ciencia ficción, en ella planteó interesantes temas como el de la realidad cuestionada. La desazón del náufrago se convierte en un interrogante sobre su propia cordura. Constantemente se siente ignorado por todos los personajes, los cuales parecen ningunearlo en todos los contactos que tiene con ellos. Otro de los temas importantes en la novela es la catástrofe maltusiana (Thomas Malthus, economista), la cual expone el principio por el que la población humana crece en progresión geométrica, mientras que los medios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética. Así, llegará un punto en el que la población no encontrará recursos suficientes para su subsistencia. Por lo tanto, los recursos son limitados y el ser humano está condenado a la extinción.

“Cuando intelectos menos bastos que el de Morel se ocupen del invento, el hombre elegirá un sitio apartado, agradable, se reunirá con las personas que más quiera y perdurará en un íntimo paraíso. Un mismo jardín, si las escenas a perdurar se toman en distintos momentos, alojará innumerables paraísos, cuyas sociedades, ignorándose entre sí, funcionarán simultáneamente, sin colisiones, casi por los mismos lugares. Serán por desgracia, paraísos vulnerables, porque las imágenes no podrán ver a los hombres, y los hombres, si no escuchan a Malthus, necesitarán algún día la tierra del más exiguo paraíso y destruirán a sus indefensos ocupantes o los recluirán en la posibilidad inútil de sus máquinas desconectadas.”

Resulta palpable la contraposición que Bioy Casares realiza entre la pasión egoísta y enfermiza de Morel y la renuncia consciente que realiza el autor del diario en su propósito de «borrarse» de un mundo e intentar «sintonizar» con la semana eterna donde vive Faustine, el ser amado. La deseperanza y la soledad sólo tienen una cura: el amor. Que el museo sea el centro neurálgico del sistema ideado por Morel me parece, a su vez, una imagen poderosísima: todo museo preserva el pasado, lo que se ha ido; el arte vigente no precisa de museos, está en la calle, en la vida misma. Morel mata el amor para obtener un sucedáneo satisfactorio.

Poética e intimista, la historia es enternecedora, sensible y de gran imaginación. Oscilando entre la locura de la ciencia y la locura del amor, La invención de Morel es, en palabras de Borges «perfecta». ¡No seré yo quien desdiga al maestro!

Pedro Páramo de Juan Rulfo

No salgo de mi asombro. Es sobrecogedora. Es una novela perfecta. Literatura de Altura. Un Huracán en papel. No le sobra ni le falta nada. Se permite el lujo de ser poética sin perder una sola cualidad narrativa. Es una novela llena de palabras, pero que trata del silencio, lo cual declina en milagroso. Su estilo es toda una innovación y una reforma para la literatura. Rulfo fue considerado el padre del realismo mágico, adelantándose a Gabriel García Marquez, en un género literario que pretendió dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal, a diferencia de la actitud nihilista asumida originalmente por las vanguardias, como el surrealismo.

Juan Rulfo compró un cuaderno escolar en mayo de 1954 y en él apuntó el primer capitulo de una novela que durante años se había estado fraguando en su cabeza, sin muy bien conocer la procedencia de las intuiciones que terminaron por construir la novela. Escribió Pedro Páramo como si alguien se la dictara. De pronto, a media calle, se le ocurría una idea y la anotaba en papelitos verdes y azules. Hoy, está considerada como la novela mexicana más importante del siglo XX y el mejor libro en lengua española de su centuria.

El libro es la descripción de un sueño en el momento mismo en que el autor lo está soñando. Curiosamente, todos los personajes están muertos. Nada más empezar a leer, la madre del narrador muere, y en su lecho mortuorio le pide como promesa a su hijo, Juan Preciado, que visite a su padre, Pedro Páramo, a quien deberá encontrar en un pueblo desértico de México llamado Comala, un lugar de tránsito, situado entre la vida y la muerte. Un lugar infernal y terrorífico, pero que jugará un papel decisivo en nuestro devenir.

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo.”


La narración se desarrolla bajo el régimen dictatorial de Porfirio Díaz, muy grato a los latifundistas pero todo un abismo para el resto de mejicanos. Una revolución lo hizo caer en 1911, y el libro relata los años anteriores. Pedro Páramo es un latifundista y un cacique en un solitario altiplano abandonado por los dioses y al margen de toda jurisdicción humana, un lugar extremadamente miserable. Por más soñadora, por más sonámbula que sea esta maravillosa novela -una pesadilla, un azote, poesía pura- es también la descripción real de la miseria de los campesinos mejicanos. Una pobreza indescriptible, una muerte en vida, apenas consolada por una iglesia inerme y corrupta, representada en el simbólico personaje del Padre Rentería.


“—¿Conoce usted a Pedro Páramo?le pregunté.
Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza.
¿Quién es?volví a preguntar.
Un rencor vivo
me contestó él.

Tras el apoteósico éxito de la novela, que escribió como si fuera un copista, ya no volvió jamás a escribir nada en sus treinta años restantes de vida. Vila-Matas lo eligió en su obra Bartleby y compañía como uno de los escritores preferentes del No. Nunca recibió el Premio Nobel de Literatura pero entró junto con Borges en el Olimpo de las letras.

Como dato final les apunto que al terminar la lectura, todos los murmullos de muerte que recibirán del desierto humano y del infernal concierto de almas en pena que comporta este valle, les contaminarán de una destrucción un tanto poética, así que no teman, puesto que, seguidamente, dicho estado les otorgará el renacimiento hacia una nueva vida. Entrar en Coloma implica adentrarse en una inolvidable resurrección anímica. Está cargada de un estilo sensorial y metafórico, plagado de imágenes líricas. La obra es redonda, de una estructura sólidamente circular. No se la pierdan.

“Este pueblo está lleno de ecos.”