Durante mi viaje a Trujillo, el pueblo natal de Pizarro, fui recorriendo diferentes pueblos y ciudades de Castilla y León , y Extremadura. Molinos de Duero (Sória), Zamora, Salamanca, Hervás (Cáceres), Badajoz, Mérida, Cáceres, Trujillo, Parque Nacional de Monfragüe, Cáparra, Valle de Ambroz, Valle del Jerte, Parque Natural de la Garganta de los Infiernos, Garganta la Olla, Monasterio de Yuste y Jaraiz de la Vera. Todo un descubrimiento de las maravillas que reposan ocultas aún para muchos en España.
Explorando esta Extremadura de Conquistadores en la que confluyen la Ruta de la Plata y la Ruta de Carlos V, mis pasos me llevaron a una curiosa librería dedicada a
La busca es un texto fundamental sobre la sociedad y las clases mas desfavorecidas de la España y del Madrid de comienzos de siglo XX. Su protagonista Manuel Alcázar llega a Madrid con diez años donde su madre, La Petra, viuda, está empleada como sirvienta de una casa de huéspedes. Manuel trabaja en varios lugares, como la zapatería del señor Ignacio o una tahona, mientras frecuenta la compañía de su primo Vidal y del "Bizco", que vagabundean por los barrios bajos de la ciudad ejerciendo de ladronzuelos y descuideros.
Leyendo La busca se aprende sobre todo en que consiste la lucha por subsistir, desde la visión hiperrealista de uno de los escritores más potentes de la literatura española, que puso su mirada en los arrabales y las clases bajas de Madrid, utilizando sus expresiones fonéticas y transcribiendo sus entonaciones. Su lectura te ayuda a desprenderte del materialismo sin sentido y a observar la parte más espiritual del ser humano.
Baroja, miembro de la Generación del 98, e influido por las filosofías irracionalistas de Nietzsche y Schopenhauer, dejó patente con sus agrias pinceladas existencialistas el panorama tan desolador de crisis, de incomodidad y desubicación que se respiraba frente al mundo excesivamente mecanizado y maquinista que había creado la Revolución industrial. Pesimista con el hombre y sensible con los marginados y hambrientos, mostró por los indefensos una notable ternura y fustigó sin piedad la crueldad de sus tiempos.
Cuando Pío Baroja murió, su ataúd fue llevado en hombros entre otros por dos de sus admiradores, Ernest Hemingway y Camilo José Cela, el uno era premio Nobel de literatura y el otro llegaría a serlo años más tarde. John Dos Passos también declaró su profunda admiración y su deuda con el escritor.

No hay comentarios :
Publicar un comentario