HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

jueves, 30 de julio de 2009

Soldados de Salamina, de Javier Cercas

Compré este libro en una librería muy chiquitita de L'Estartit, desde la cual se podían contemplar las Islas Medes y el imponente macizo de Montgrí coronado por un castillo románico con cuatro torres en sus esquinas. Tengo intención de leer Anatomía de un instante así que creí que era mejor conocer primero uno de sus precedentes literarios. Esa misma mañana, en una playa del Baix Empordá me sumí en el espectacular relato sobre la Guerra Civil Española narrado en Soldados de Salamina de Javier Cercas. Aún me duran los efectos de su lectura. Me duran con el mismo vigor de todo aquello que sentí al terminar la novela. Se trata de una novela memorable, imprescindible, de voltaje y arrolladoramente inteligente, que combina diferentes géneros dentro de una estructura circular elegante.

Son, estos soldados desconocidos, remotos en la conciencia colectiva y tan lejanos de reconocimiento como los que batallaron en la isla griega de Salamina por el año 480 a.C. en la Segunda Guerra Médica entre persas y griegos, los que guiarán esta fact ficcion de Cercas en la que se entrega a la escritura en cuerpo y alma, obsesionado por un instante sorprendente en la Historia de España.

El núcleo central de la novela gira en torno a la figura de Rafael Sánchez Mazas, escritor e ideólogo de la Falange Española y estrecho colaborador de José Antonio Primo de Rivera. La Guerra Civil Española estaba acabando, y las tropas nacionales avanzaban hacia Cataluña. Las tropas republicanas se retiraban, arrasando puentes y vías de comunicación para guarecer su retirada. Sánchez Mazas estaba preso en Barcelona, pero fue escoltado junto con otros nacionales a Banyoles donde consiguió escapar de la ejecución. Cuando salen en su busca, un soldado republicano, que días antes había emocionado a todos los presos bailando al son del pasodoble "Suspiros de España", le encuentra, le encañona... pero le perdona la vida. Sánchez Mazas se esconde, y consigue la ayuda de un grupo de payeses, a quienes a su vez él ayudará una vez acabada la guerra. El autor, Javier Cercas, se convierte en personaje de su propia novela, apareciendo como un periodista que investiga este suceso, acontecido hace más de sesenta años, para escribir un libro.

Cercas se obsesiona con la búsqueda del soldado que salvó la vida de Sánchez Mazas. Casualmente encuentra, a través de Roberto Bolaño, a un anciano llamado Miralles, que en su día conoció cuando trabajaba en el camping Estrella de Mar, de Castelldefells y que ahora vive en Francia. Miralles luchó con la República en la Guerra Civil, estuvo en Cataluña en el momento del fusilamiento de Sánchez Mazas. Se pasó a Francia y luchó con los Franceses Libres en la Guerra Mundial, siendo uno de los soldados españoles que liberó París. Cercas cree que Miralles podría ser el soldado que respetó la vida de Sánchez Mazas. El libro tiene un final abierto a ese respecto y el lector no sabe si Miralles salvó a Sánchez Mazas, si fue un soldado que estuvo en el mismo lugar al mismo tiempo o simplemente un personaje ficticio creado por Cercas para poder tener un héroe.

Soldados de Salamina fue escrita con la ambición de perdurar, pues, mientras haya un solo lector que lea estas historias seguirán vivos "los amigos del bosque" y los compañeros de Miralles y de Bolaño y el padre del narrador y ese pelotón de soldados que a última hora siempre ha salvado la civilización y en el que no mereció militar Sánchez Mazas, pero sí Miralles, y, con él, todos esos héroes ignorados y sin tumba a los que nuestro recuerdo les debe un tiempo de reflexión, cuanto menos.

Curiosamente cuando leía en la página 54 sobre el paradero actual de Joaquim Figueras Bahí, uno de los amigos del bosque que ayudó a Sánchez Mazas, yo me encontraba en ese punto exacto del globo terráqueo... en la playa de Montgó, agarrado a la novela y rodeado de turistas holandeses y franceses. ¡Etrè egaré! A esto lo llamo yo lectura con sincronicidad. Puede que a ustedes les ocurra algo similar. Quién sabe. Pero de lo que sí estoy seguro es de que esta obra les fascinará. Es Literatura de Altura, un Huracán en Papel. ¡A por ella!

lunes, 27 de julio de 2009

Envidia, de Yuri Olesha

Explorando novedades me topé casualmente con otro escritor ruso. Muy pocos lo conocen en Europa y sin embargo se trata de uno de los mejores novelistas rusos del siglo XX. Gracias al tesón de la Editorial Acantilado desde enero de 2009 los amantes de la literatura pueden disfrutar por fin de su obra cumbre.

Yuri Olesha, procedente de una familia noble de origen polaco, estudió en la Universidad de Novorossisk, sirvió en el Ejército Rojo y ejerció como periodista en Moscú donde colaboró en el periódico Gudok, junto con otro elefante de la literatura rusa, Mijaíl Bulgákov (El maestro y margarita) e Ilfe Petrov (Las doce sillas), todos ellos subversivos del sistema soviético. Fortaleció su empeño por mantener vivo el espíritu crítico antes de que la oscuridad estalinista los envolviera a todos, inexorablemente.

Integrante de la Escuela de Odessa, junto a otros escritores como Isaac Babel y Sigismund Krzhizhanovsky, Yuri declaró que los autores que más lo influyeron fueron Robert L. Stevenson, H.G. Wells y Leon Tolstoi.

La innatural y trágica estrangulación a que fue sometida la literatura soviética en el periodo de la gestación estalinista impiden hacer suposiciones que no sean temerarias o fantásticas sobre cuales hubieran podido ser los desarrollos orgánicos y completos de la que sin embargo queda como una de las fases más estimulantes de la búsqueda narrativa del siglo XX. Sabemos que la revolución rusa (1917) no creó de golpe una "nueva" literatura que se distanciara de la tradición unitaria del realismo del siglo XIX, de autores como Gogol y Leskov. Fueron los ornamentalistas como Biely o Remizov, dedicados al decadentismo y simbolismo, los que empezaron a desmenuzar el módulo narrativo unitario a través de disgresiones, utilizando la multiplicidad de planos temporales y espaciales, el uso finalizado del skaz (traducción rítmica de las entonaciones, de los gestos del habla) y la atención privilegiada a la ascensión rítmica de la frase individual, soberana unidad de medida en este progreso literario.

En la década de los años veinte, concretamente en el año 23 y 24 aparecieron en revistas los cuentos de La caballería roja de Isaac Babel, donde el gusto agudo y sensual por la narración breve y concisa, enemiga del análisis psicológico, se exaltó en el uso del skaz, de la reconstrucción física de la lengua individual cotidiana, encendiéndose por momentos de relampagueantes ráfagas líricas. "Cuadros" o mejor dicho flashes, instantáneas de la guerra civil que el autor había vivido y observado junto con una sección de la legendaria caballería de Budionni, revelaron ya los inicios de un tránsito en el estilo literario.

Envidia (1927) fue concebida en esta etapa de permutaciones expresivas. Pasó desapercibida para la crítica porque uno de sus protagonistas apoyaba, al inicio del relato, el sistema soviético. En un principio fue recibida positivamente por el régimen vigente (fue elogiado incluso por el diario Pravda) como crítica al capitalismo y hermanada al sistema comunista. Sin embargo, los límites entre la crítica a ambos sistemas no quedaban claros, y con el tiempo el autor cayó en desgracia y sus libros fueron retirados del mercado. Pese a la aparente y categórica división en buenos y malos de la novela, se dirige con dolida nostalgia al modo "viejo", personificado por cómicas y tiernas figuras de embrollos románticos contrapuestos a aburridísimas y asépticas figuras de autómatas-burócratas, creando una pequeña joya de la narrativa soviética posrevolucionaria.

En Envidia, Andréi Bábichev es un ciudadano ejemplar. Orgulloso director de una fábrica de alimentos que quiere dotar de salchichas a las masas proletarias, ha asumido con entusiasmo la creación del Nuevo Hombre socialista. El azar lo lleva una noche a conocer a Nikolái Kavalérov, borracho y haragán que acaba de ser expulsado de una taberna. Andréi lo invita a vivir en el sofá de su casa, pero su gesto fraterno apenas atemperará el odio teñido de envidia que este refunfuñón y anárquico representante de la libertad siente hacia su benefactor:

Lucho por la ternura, por la inspiración, por la personalidad ... por todas las cosas que trata de aplastar usted, hombre admirable.”

La defensa magistral que realizó sobre la envidia en esta obra, fue todo un alegato de tránsito, superación y regeneración individual y colectiva que puso en jaque el automatismo alienante de una sociedad gris monitorizada por los subyugantes engranajes del estalinismo. Sea cual sea el momento de su lectura inflama un espíritu revolucionario de reconfortante libertad. Tiene la virtud de mover esa manivela universal que despierta nuestra conciencia dormida. Disfrútenla cuanto puedan. Deja huella.

viernes, 24 de julio de 2009

En el trineo de Schopenhauer, de Yasmina Reza

Rebuscando entre libros este título me cautivó. Desconocía por completo a su autora, pero no al filósofo del rótulo, con quien junto con Spinoza me he sentido atado desde la Universidad, por una fuerte concordancia intelectual. Y con él me fui a descubrir una nueva literatura que incluía filosofía y devenir existencial.

Y tras una breve lectura, Yasmina Reza se me apareció como una frivole femme, alguien a tener muy en cuenta en la literatura actual por sus singulares cualidades que atesora gracias a su polifacética vida de escritora, actriz y dramaturga. En sus textos se intuye que el límite de sus palabras proviene de toda esa física experiencia teatral. El teatro y la escritura la han convertido, según sus propias palabras, en un "comentarista parásito" de aquello que se esfuerza en traducir en palabras, hasta lograr configurar sus libros. En sus novelas encontramos distancia, observación objetiva, humor y fuerza combativa. Sus obsesiones son las obsesiones del mundo, la muerte, el tiempo, la vejez, la belleza y la búsqueda de la felicidad. Materia universal. No existe ninguna pretensión de denuncia en su trabajo aunque su frivolidad inherente le precipitan a la sátira mordaz de nuestra convulsa época.

“El día que perdamos la frivolidad moriremos

Reza nació en París, el 1 de mayo de 1959. Tradujo la Metamorfosis de Kafka para Roman Polanski. Ha escrito siete obras de teatro, seis novelas y dos guiones, pero su nombre está inevitablemente asociado a Arte (1994), considerado su mejor trabajo hasta el momento, del cual ella curiosamente pretende desvincularse para evitar posibles etiquetas. Con él ganó el premio Molière y fue un arrollador éxito en muchos países. Su teatro es aclamado internacionalmente y en su país ha sido bautizada como diva por mucho que a ella le pese.

En el trineo de Schopenhauer encontramos ocho monólogos que ejercen de diatriba contra las teorías intelectualoides apoyadas en la razón y que se precipitan hacia el absurdo, mientras lo cotidiano emerge como un salvavidas en todo ese océano de confusión.

Ariel Chipman, profesor de filosofía especializado en Spinoza que ha consagrado su vida a proclamar el imperativo del goce de vivir y la supremacía de la razón, se sume en una depresión. Nadine Chipman, su esposa, comienza a estar harta de su marido, de su enfermedad y del matrimonio, y se pregunta porque no serle infiel, antes de que sea demasiado tarde para una aventura, para la aventura de vivir. Serge Othon Weil, el amigo íntimo de la pareja, afirma haber comprendido que preguntarse por la vida en su totalidad no tiene sentido y rechaza todo atisbo de trascendencia. La psiquiatra de Ariel despotrica contra el sentimentalismo, en un discurso muy contemporáneo en contra de la expresión de los sentimientos e incluso del mero hecho de sentir.

Al abrir la tapa de este libro abrirán también el telón de la literatura teatral contemporánea. La escena letrada les inundará de frivolidad mordaz y sátira contumaz, en un observatorio oculto sobre la desilusión, el pesimismo y la decadencia de la humanidad, para llegar a ese atractivo nudo que llamamos verdad, tal y como reza la máxima de Houellebecq. En este reducto de literatura, la auténtica actitud de cortesía con el mundo se llama únicamente, frivolidad, y actúa como la espuma de la inteligencia de Yasmina Reza. Tal vez usted coincide en similares emulsiones. Yo le invito a que pruebe.

Doctor, voy en trineo hacia la muerte. Tal como me veis. En el trineo de mi amigo Arthur Shopenhauer”

viernes, 17 de julio de 2009

El colombre, de Dino Buzzati

Cuarenta y cuatro relatos cortos, que se leen cada uno de ellos en diez minutos. Producen un efecto insólito. Están escritos con maestría. El orden de las escenas y las descripciones te mantienen en un constante misterio. Todos generan una tensión psicológica adictiva. Uno tras otro. Son sensacionales e inteligentes. La ambientación es robusta, no te deja a oscuras en ningún momento. Disfrutas con cada línea, puesto que en ellas arroja detalles que fortalecen su avance.

El placer, pues, está garantizado gracias a su escritura rápida y cautivadora. Construye atmósferas mágicas, surrealistas y góticas en toda su prosa, impregnadas de un sentido de angustia y desaliento frente a lo inevitable de un destino paradójico e irónico.

La obra literaria de Dino Buzzati (1906-1972) bebe de la influencia de Kafka por el escarnio y la expresión de la impotencia humana enfrentada al laberinto de un mundo incomprensible. Simultáneamente remite también al surrealismo, en donde la connotación onírica está siempre muy presente. Pero puede que el más convincente de los intentos de establecer relaciones haya que buscarlo en su parentesco con las corrientes existencialistas de los años cuarenta y cincuenta. En la proximidad al espíritu de La náusea (1938) de Jean-Paul Sartre; o en El extranjero (1942) de Albert Camus.

Escribió desde 1936 numerosos relatos para el Corriere della Sera. Curiosamente, Buzzati no aceptó jamás ser considerado un escritor. Se definía, más bien, como un simple periodista que escribía de tanto en tanto ficciones o nouvelles, a las cuales no atribuía gran valor. El juicio de la posteridad y el de sus contemporáneos, ha contradicho muy profundamente el punto de vista del propio autor. Fue muy conocido en Italia pero jamás se le dio difusión más allá de sus fronteras nacionales. Borges dijo de él que resplandecería entre sus coetáneos. Y así ha sido. Con su estilo tan personal se ha convertido en otro de los grandes escritores del siglo XX. Les empujo a descubrirlo o a que amplíen su periplo buzzatiano. Es arrollador. ¡Disfruten!

martes, 14 de julio de 2009

La gaviota, de Antón P. Chéjov

Chéjov fue un escritor ruso prohibido, acusado de pesimismo, de carencia de actitud y de juicio moral, de falta de seriedad, de no asumir posiciones políticas en sus obras, de no ver la realidad y el dolor de los demás y de bucear en el relativismo. Todas estas acusaciones hoy nos resultan demenciales. Incluso Stanislavski no fue capaz de apreciar a simple vista su obra, su modernismo.

El 17 de octubre de 1896 tras el estreno teatral de La gaviota la crítica dictaminó un rotundo fracaso, lo cual le ocasionó mucho dolor. Salió huyendo de San Petersburgo hacia Moscú y a las dos de la mañana dejó una nota en la casa de su amigo Suvorin, importante editor y dueño de un teatro privado: “Jamás olvidaré la noche de ayer… Nunca más volveré a escribir una obra de teatro”

Poco después la revista Russkaya mysl lo llamó, “sacerdote de una literatura sin principios”. Chéjov no demoró en escribir su respuesta:

“No he chantajeado a nadie, no he escrito diatribas ni denuncias contra nadie, no he lisonjeado, ni mentido, ni ofendido nunca a nadie, en una palabra, tengo muchos cuentos y artículos de fondo, los cuales de buena gana arrojaría a la basura debido a su inutilidad, pero no hay ni una sola línea de la cual hoy tuviera que avergonzarme. Jamás he sido un escritor sin principios o, lo que es igual, un sinvergüenza. Vuestra acusación es una calumnia”.


Las barrabasadas de la crítica continuaron y llegó a decir contra todos ellos:

“Los críticos son como el tábano que no deja trabajar a los caballos.”

Pero la vida da giros imprevisibles y el 22 de junio de 1897 se entrevistaba con Stanislavski y Dánchenko, que acogieron su obra con total interés.

Antón P. Chéjov pregonó la idea de una sociedad de personas cultas en donde el delito en sí, los crímenes, robos y el adulterio se irían reduciendo hasta prácticamente desaparecer. Aquí es bueno precisar que cuando Chéjov hablaba de cultura no se refería a una particularidad privativa de las clases altas, cultura no fue para él sinónimo de intelectualidad, sino un compendio de sabiduría, educación, humanidad y capacidad de sacrificio.

Este universal hombre ruso, sencillo, ajeno a la frivolidad, solidario, llegó a fundar, con dinero propio, tres escuelas para los campesinos pobres de Mélijovo, compraba libros y los enviaba a la escuela en Sajalín, a la biblioteca de Taganrog, colaboró en la construcción de un sanatorio para pacientes tísicos en Yalta, prestó ayuda médica en la hambruna desatada en Rusia en 1892, también en la epidemia de cólera, participó directamente en el censo de población y en muchas otras actividades de carácter social para las que siempre era convocado. Y en su testamento, cuando sus familiares dejasen de existir, cedía al gobierno de Tanganrog los derechos sobre sus obras teatrales para ser destinados a la alfabetización y a las necesidades de la educación pública, dejó a los campesinos de Mélijovo cien rublos para el mantenimiento del camino y termina pidiéndole a su hermana que ayude a los pobres y cuide de su madre. Impresionante.

La gaviota no muestra, sugiere, incita a descubrir las contradicciones del alma, la melancolía y la fuerza salvadora del amor. En este drama Chéjov incluye aspectos de su propia vida de escritor y del ambiente literario ruso en los últimos años del siglo XIX, la obra trasciende su época y viene a integrarse en el dominio de las experiencias literarias. Sus protagonistas son dos escritores, opuestos en sus concepciones estéticas, con diferente sistema creativo relacionado con la aparición del simbolismo en el arte, que cumpliría la superación del realismo decimonónico.

Chéjov, junto con Pushkin y Tolstói, nos dejaron las señales para caminar por el sendero que nos acerca a la grandeza del alma, la dignidad y la felicidad del hombre. Los tres pasean sonrientes y serenos por el Palacio de la Cultura. Desde ese resplandeciente alcázar de las letras, alumbran a todos sus seguidores por las Rutas del Pensamiento. Así da gusto transitar... ¿no creen?

"Una obra de arte debe expresar obligatoriamente algún gran pensamiento"

domingo, 12 de julio de 2009

Libra, de Don Delillo

Don Delillo es una de las voces más brillantes de la narrativa postmoderna norteamericana, cuyas visiones lo emparentan con Ballard y George Orwell en un registro que conjuga realismo con ciencia ficción. Sus obras reflejan la plena exigencia literaria de sus antecedentes, como James Joyce, a quien tiene muy presente en su escritura por ser uno de los maestros de la lengua inglesa.

Empezó Libra al enterarse de que Lee Harvey Oswald, el asesino del presidente Kennedy, vivió y creció en el Bronx, igual que él y por los mismos años. Oswald vivía apenas a quinientos metros de su casa cuando él tenía trece años y Delillo dieciséis. Esto le dio la sensación de estar sumergiéndose en un momento crucial de la historia de su país. Nunca antes se había concebido como esa clase de escritor, sin embargo veinticinco años después del asesinato de JFK volvió a su viejo barrio y a la casa del presunto asesino de Kennedy para escribir la historia de los Estados Unidos.

En Libra, la historia y la política aparecen como la suma de todas las cosas que no se contaron, y se abre paso entre la fabricación oficial de patrañas. En esos últimos años la política de su país parecía moverse ya no en la paranoia sino en una lógica criminal casi obscena. El nacionalismo beligerante y el nivel de sadismo mostraron torturas con los patológicos códigos del porno hardcore.

El libro recorre la vida de L.H. Oswald, desde su problemática infancia por el abandono de su padre; a su adolescencia marxista entregado a la lectura de El Capital, en los E.E.U.U.; la entrada en el Cuerpo de Marines, a través de su breve deserción a la U.R.S.S.; su posterior matrimonio con una Rusa, y finalmente su regreso a los E.E.U.U. y su papel en la asesinato de Kennedy.

Oswald es retratado como un paria y un extraño hombre cuyas opiniones políticas y comunistas le causan dificultades para integrarse en la sociedad norteamericana. Delillo le da un trato justo en la novela puesto que ni lo dibuja con simpatía, ni tampoco lo castiga. Oswald estaba dotado con una inteligencia superior a la media, sin embargo, en el libro también indica que es disléxico y que tiene una gran dificultad tanto en escribir cartas como leer libros. En realidad es descrito como un peón fácilmente manipulado por otros. También hay una continua tendencia a utilizar esta dislexia como un tema más amplio en la cuestión de la "lectura" de las situaciones, y más aún la dificultad en la comprensión humana y la situación humana.

Por otro lado, aparecen tres personajes clave, como Win Everett, Lawrence Parmenter y Guy Banister, agentes de la CIA, que se presentan como los principales conspiradores del asesinato. Desde este prisma se nos muestra el odio existente hacia la figura de Castro o los efectos que dejó en el sector ultraconservador la derrota en Bahía de Cochinos. Una historia paralela también sigue a Nicholas Branch, el archivero de la CIA a quien le asignan la monumental tarea de ensamblar los diferentes fragmentos de la muerte de Kennedy. Branch llega a la conclusión de que el esfuerzo sin fin por llegar a toda la verdad, será en última instancia incognoscible. Branch es a la vez el ejemplo de la figura del lector de esta novela que lucha para dar sentido a la vida; este personaje es uno de los fenómenos post-modernistas que caracteriza el trabajo de DeLillo; y su conclusión nos lleva a determinar, en cierta medida, que Branch es el propio DeLillo.

Veremos a su vez que en esta historia existen pautas, sin embargo nos será imposible decir cual es significativa, guiada por una intención, una motivación, o por la creación humana; y cual una coincidencia (idée fixe que caracteriza el libro). Oswald, nada más ser detenido, dijo no haber matado a nadie, alegando que él era un señuelo. Curiosamente, el título del libro proviene del signo astrológico de Oswald, como la imagen de una escala, que simboliza para Nicholas Branch las fuerzas externas de la historia, como un peso sobre el destino de Oswald, así como el destino de todo el asesinato.

El 29 de noviembre el nuevo Presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson creó la Comisión Warren—presidida por Earl Warren—para investigar el asesinato. La Comisión concluyó que Oswald actuó solo, pero sus conclusiones siguen siendo objeto de debate, tanto académico como popular. El Comité de la Cámara de Representantes reconoció la posibilidad de que estuviera involucrado un segundo francotirador en el asesinato, admitiendo implícitamente la posible existencia de una conspiración para acabar con la vida de John Fitzgerald Kennedy.

La mayoría de los personajes y los hechos (o reconstrucciones de ficción) también están presentes en el JFK de Oliver Stone, de 1991, aunque la película no se basó en esta soberbia novela. Don Delillo calma en gran medida muchas de las preguntas que surgieron con este desolador asesinato. Otras se perdieron cuando Jack Ruby, empresario nocturno y figura secundaria del hampa estadounidense, se abrió paso violentamente entre la multitud de periodistas, fotógrafos y cámaras presentes en el lugar del traslado y disparó a Oswald en el estómago, hiriéndolo de muerte. Mas tarde declaró que "los judíos tienen agallas" y que había "redimido" a la ciudad de Dallas ante los ojos del pueblo y que además le había evitado a la viuda del presidente, Jacqueline Kennedy, el dolor de tener que testificar ante una corte frente al asesino de su esposo. Tiempo después, dijo que todo obedecía a un momento de ofuscación, como si Mr. Hyde se hubiera apoderado del Dr. Jekyll. Y punto final. Pero... ¿verdadero o falso? Especulen ustedes, es lo mejor. Lo que si está claro es que Don Delillo tiene muchas posibilidades de conseguir el Premio Nobel de Literatura. Veremos que ocurre este año.

martes, 7 de julio de 2009

Tatuaje, de Manuel Vázquez Montalbán

A principios de los setenta los escritores españoles vivían en una dictadura literaria. O escribían como Juan Benet o no eran nadie. A los jóvenes se les exigía que escribieran el Ulises. El resto eran subliteraturas. Un día, en plena euforia etílica, burlándose de la literatura de vanguardia, su buen amigo José Batlló, le desafió a escribir una novela de guardias y ladrones. Moltalbán aceptó el reto y escribió Tatuaje en quince días. La crítica la recibió fatal y le acusaron de lanzarse a un suicidio profesional, a una operación comercial. Hacer una novela de detectives en el rigor mortis de la cultura española de la época era horroroso. Sin embargo, para el escritor era una novela experimental, ya que Carvalho no era un detective al uso. Vivía con una puta, quemaba libros, era ex comunista y ex agente de la CIA.

El inicio de la novela genera una importante espectación. Aparece flotando en las orillas de una playa el cadáver de un joven rubio. Al sacarlo a la arena y volverlo boca arriba descubren con horror que no tiene rostro. Los peces se han comido sus ojos y sus mejillas. En su espalda descubren un tatuaje que dice: «He nacido para revolucionar el infierno». Alguien interesado en conocer la identidad de este sujeto contrata los servicios del detective privado Pepe Carvalho.

Tatuaje, escrita en 1974, nos abre la puerta al cruel mundo de la prostitución, las drogas y las bandas francesas que traficaban con mujeres en España. Explotando o depurando los mecanismos básicos del género negro clásico, plantea un relato explícito cargado de denuncia social. Su perdedor, habitual de los bajos fondos de Barcelona , pese a su precaria economía, se permite el lujo de ser un gastrónomo insaciable y refinado. Lo verán en sus apasionadas descripciones culinarias de los platos más diversos y suculentos. Entre el ingenio de Philip Marlowe, de Raymond Chandler, y escepticismo arrollador de El Agente de la Continental de Dashiell Hammett, irá reuniendo pesquisas, interrogando a soplones y jugándose el pescuezo en situaciones de lo más embarazosas, en las que podremos disfrutar de diálogos repletos de latigazos. Pepe Carvalho, hombre de vasta cultura y famoso por arrojar a la hoguera muchos de los libros de su biblioteca, entre ellos El Quijote, por representar para él las aventuras de un imbécil, experimenta un deleite especial en ese acto purificador. Este atípico personaje mostró una mirada que ha servido, cuanto menos, para contemplar y desvelar zonas negras de la realidad que no podrían quedar oscuras y olvidadas. Escrita con un lenguaje cinematográfico, se convirtió en una de las mejores novelas en castellano del siglo XX.

Moltalbán realizó también el guion de la película Tatuaje basada en la novela, dirigida en 1976 por Bigas Luna e interpretada por Carlos Ballesteros en el papel de Carvalho, Pilar Velázquez en el papel de Charo y Mónica Randall en el papel de Teresa Marsé. Igual les interesa observar el resultado. Disfruten. Yo me quedo, como siempre, con el libro.

viernes, 3 de julio de 2009

Una isla sin mar, de César Silva Márquez

Martín sufre una ruptura sentimental con Eme, desde hace seis meses. Ella se ha marchado de su vida. Ahora él se cuestiona su existencia. Describe sus diversas relaciones con chicas del pasado y del presente. Evalúa la pérdida de sus amigos que abandonaron Ciudad Juárez, la ciudad caótica y fronteriza, por el orden y la pulcritud de los Estados Unidos. Y aquí, en esta isla sin mar, Martín se ve sacudido por sueños recurrentes en la noche, en los que visita los espacios de su antigua casa paterna, los espacios de su infancia, donde un viejo de barba blanca lo urge a marcharse a otros lugares, como una llamada a la superación. Estos emplazamientos que anhela desde muy temprana edad están influenciados por películas norteamericanas, como la mítica Cadena perpetua. Mazatlán será la ciudad que se termine convirtiendo en su esperado limbo, al igual que Zihuatanejo fue el paraíso de Andy Dufresne y Ellis Redding (El Rojo). Un escenario muy atractivo para la posible fuga.

Una isla sin mar posee el aroma del café veracruzano e irradia el calor de un cielo nítido y seco mexicano. Escrita a pulsos lentos nos agarra para que acompañemos a Martín por las orillas de su vida, en esa bóveda donde todo acaba o se inicia. Poco a poco y juntando trozos del espejo nos muestra la naturaleza de su inquietud por evadirse. Los recuerdos del pasado universitario, las aventuras amorosas de la juventud, el sexo impaciente, la prisa por vivir y una crisis automotriz del sector del automóvil juarense que hiere inevitablemente su instinto de ubicación, de permanencia o deserción.

“Y lejos, en el Océano Pacífico, la noche llega más tarde y su ola arrastra a los viajantes al sueño y oscurece las tortugas y los búhos, un final que se refleja en las aguas imitando sus movimientos.”

César Silva Márquez , escritor obcecado en los géneros híbridos, dueño del inglés y el castellano, plasma con acierto el entrelazado de dos territorios solapados, aunque con rabia. Avispas cosmopolitas y diversas, que reinciden en levantar sus nidos allí donde ya han sido aniquiladas zumban en su novela como metáfora de esa furia. Su literatura procede de los renglones de Jack Kerouac, Philip Roth, Paul Auster, Stephen King, Raymond Carver, Cormac McCarthy, Junot Diaz, Cesar Aira o Haruki Murakami, entre muchos otros. De todos absorve su Literatura de Altura, su gancho directo. Su narrativa es valiente y resuelta. Emite un mensaje con relieve que no te deja indiferente. Su obra está encaminada a llegar al celuloide. El tiempo lo dirá. De momento su lectura les aportará frescura e identidad. Disfruten.

miércoles, 1 de julio de 2009

Hojas de hierba, de Walt Whitman

Hoy he tocado a Whitman. Sí. He tocado al máximo poeta de Norteamérica, al supremo cantor del Yo y de la naturaleza; cantor del cuerpo y del alma; de la igualdad del hombre y la mujer; de las delicias del sexo; de la fraternidad y la democracia. He tocado sus Hojas de hierba, sus altos ideales y su visión profética.

Walt Whitman (1819-1892) fue un adelantado de nuestra cultura en muchos temas, como la valoración del cuerpo y la sexualidad, puso a la mujer en un pie de igualdad con el hombre; exaltó el trabajo y a los trabajadores; abogó por una concepción democrática de la política que no fuera en desmedro de los derechos y de las potencialidades del ser humano; luchó contra el materialismo vulgar que veía proliferar en su patria; destacó los valores de las culturas aborígenes; amó a la Naturaleza, que conocía como pocos, pero no desdeñó los frutos de la ciencia y del progreso; creyó en un tipo de religiosidad que no levantara barreras entre los pueblos; intuyó la importancia del legado de Oriente; acuñó el término "personalismo" y habló de la "democracia espiritual". Fue un contumaz ecuménico. El arquetipo del hombre que aspiró a ser, todos los hombres. Todo un hombre épico.

Oscar Wilde lo conoció en 1882, nada más desembarcar en los Estados Unidos. Su obra ha influido en todos los grandes poetas del siglo XX. Entre las figuras literarias que produjo Norteamérica pocas alcanzaron quizá un grado de universalidad semejante al de Whitman. Inauguró en la literatura el verso libre y construyó un nuevo estilo épico, apto para el Nuevo Mundo y los nuevos tiempos democráticos. Mostró la sacralidad de cada hecho material y el designio divino presente en la partícula más ínfima, como bien nos ha revelado a través de estas poéticas Hojas de hierba, con las que él se identificaba en eterno retorno. No hay rincón del mundo en que su figura no sea conocida y admirada. Yo me declaro a partir de hoy, whitmaníaco perdido.

¿Se imaginan tumbarse en la verde y fresca hierba mientras sus ojos y su piel leen y tocan a Whitman envueltos por el universal manto de la Naturaleza? Madre mía.

“Camarada, esto no es un libro, quien esto toca, toca a un hombre.”