Tras la lectura de Enemigos públicos, la enriquecedora e intelectual correspondencia entre Michel Houellebecq y Bernard-Henri Lévy que se cruzaron en 2008 y la sugestiva revisión de Un perro andaluz de Luis Buñuel, sentí unos irrefrenables deseos de arrojarme a un relato policíaco y tenebroso que me situara al borde de la frontera entre lo macabro, lo infecto y corrompido. Y en ese afán apareció en mi biblioteca El Dios de la sonrisa oscura de Michael Chabon. La idea de una risa oscura me produjo tensión y en cuanto me puse a leer para averiguar quien era ese Dios de artimaña insondable surgió de un bosque de Asthown el cadáver ensangrentado de un payaso grotescamente vestido con un traje de velvetón naranja y púrpura brutalmente asesinado.
Y así, nada más captar esa tétrica escena reapareció en mi imaginario literario la atmósfera lúgubre y misteriosa de los cuentos de Lovecraft y Poe. Noté que algo muy extraño estaba ocurriendo y además era de ese tipo de cosas que se nos escapa a la percepción de nuestro ordenado mundo rutinario. Edward D. Satterlee, el fiscal del distrito escribe esta intensa crónica-informe para describir lo sucedido y lo hace como carta de dimisión ante esta última risotada funesta que le presenta el destino.
“El mundo es una broma que no se puede entender y nuestra necesidad humana de explicar sus prodigios y sus horrores, nuestro ingenio atroz para inventar esas explicaciones, no es nada más que el redoble de tambores que acompaña el final del chiste.”
El relato va in crescendo por momentos hasta producir un inquietante misterio. Las pistas nos permiten ir descubriendo como es la vida de este escalofriante personaje y el leitmotiv de sus perseguidores. Les alerto, sobre todo cuando entren en la cueva en la que el payaso se refugiaba y observen bien el tipo de lecturas profundas que estudiaba. Este punto revaloriza mucho la narración y aumenta la tensión del desenlace. Aquí Michael Chabon escribe con fuerza, no tiene nada que ver con su enclenque novela El sindicato de policía yiddish. Puedo decir que se trata de un relato extremadamente corto pero sobrecogedor. Tiene potencia. Incluso ya presiento que la próxima vez que vaya al Circo si de alguien me voy a acordar es de Chabon y de su estremecedora risotada literaria. Sentiré un gélido temblor en el cuerpo por esos imperios invisibles, por las profecías antiguas y por la invocación de oscuras emanaciones cósmicas. Paparruchas... ¿no creen? Ficciones. Pero ficciones... que acojonan.
Y así, nada más captar esa tétrica escena reapareció en mi imaginario literario la atmósfera lúgubre y misteriosa de los cuentos de Lovecraft y Poe. Noté que algo muy extraño estaba ocurriendo y además era de ese tipo de cosas que se nos escapa a la percepción de nuestro ordenado mundo rutinario. Edward D. Satterlee, el fiscal del distrito escribe esta intensa crónica-informe para describir lo sucedido y lo hace como carta de dimisión ante esta última risotada funesta que le presenta el destino.
“El mundo es una broma que no se puede entender y nuestra necesidad humana de explicar sus prodigios y sus horrores, nuestro ingenio atroz para inventar esas explicaciones, no es nada más que el redoble de tambores que acompaña el final del chiste.”
El relato va in crescendo por momentos hasta producir un inquietante misterio. Las pistas nos permiten ir descubriendo como es la vida de este escalofriante personaje y el leitmotiv de sus perseguidores. Les alerto, sobre todo cuando entren en la cueva en la que el payaso se refugiaba y observen bien el tipo de lecturas profundas que estudiaba. Este punto revaloriza mucho la narración y aumenta la tensión del desenlace. Aquí Michael Chabon escribe con fuerza, no tiene nada que ver con su enclenque novela El sindicato de policía yiddish. Puedo decir que se trata de un relato extremadamente corto pero sobrecogedor. Tiene potencia. Incluso ya presiento que la próxima vez que vaya al Circo si de alguien me voy a acordar es de Chabon y de su estremecedora risotada literaria. Sentiré un gélido temblor en el cuerpo por esos imperios invisibles, por las profecías antiguas y por la invocación de oscuras emanaciones cósmicas. Paparruchas... ¿no creen? Ficciones. Pero ficciones... que acojonan.
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