HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

miércoles, 15 de abril de 2020

El año del verano que nunca llegó, de William Ospina


En 1816 un azote de frío dejó al hemisferio norte de la Tierra sumido en la oscuridad y envuelto en un escenario de cielos crepusculares, cubiertos de tonos escarlata, morados, granates y ámbar. Europa acababa de escapar a la tormenta de las guerras napoleónicas, salpicada de hambrunas, barro y de heridas abiertas. Esa oscuridad se hizo más siniestra al asomarse sobre los paisajes alpinos de Ginebra y en junio de ese mismo año soltó sus fríos y sus sombras sobre los lagos suizos, cubriendo a todo el país en tres días tan oscuros como una larga noche interrumpida por crepúsculos. Cerca de allí, en las orillas del lago Lemán en una mansión llamada Villa Diodati quedaron atrapados varios artistas y pensadores europeos, entre ellos Lord Byron, Polidori, Mary Shelley y Persy Bysshe Shelley, dedicándose a inventar historias para asustarse mutuamente, de las cuales dos de ellas se convirtieron en hitos del género literario gótico: Frankenstein y El Vampiro.

William Ospina queda irreversiblemente obsesionado en ese vórtex de la historia de la literatura e inicia en primera persona un viaje en el tiempo para rescatar todos los detalles y acontecimientos que rodearon uno de los momentos de máxima creatividad de las letras, hasta hacernos testigos directos del poder de la naturaleza y la sabiduría que albergó el espíritu de la Vieja Europa durante el año sin verano.

El año del verano que nunca llegó es el tributo poético de un escritor colombiano a la literatura del romanticismo. Elaborado con pulso y esmero, narrado con la voz de un héroe que atraviesa una leyenda, consciente de que sus letras irrefrenables atraparán a los devotos de la literatura, entregados a los juegos de la creación sobrenatural, producto de la muerte de una época y el nacimiento de un nuevo mundo que requiere proveer de repuestos a nuestros cuerpos fatigados e inmersos en pesadillas que se pierden en la niebla de la triple noche. Sólo entonces y ayudados por el sueño de la razón, como nos dejó grabado Goya, la inteligencia tomará rumbo hacia una Era de Luces, en la que el instinto del hombre escapa de todo sufrimiento con su pensamiento activo, encarnando la plenitud de su futuro salvaje, vigoroso y espléndido a la luz de la Luna y la estrella de Venus. ¡Blum!

viernes, 10 de abril de 2020

La extinción de las especies, de Diego Vecchio

Binomio entre literatura y ensayo de estilo pynchoniano. Diego Vecchio fue relegado injustamente a finalista del Premio Herralde de Novela 2017 creando una ambiciosa novela que nos devuelve al centro del huracán para seguir la búsqueda de los orígenes del hombre a través de la etnología y los museos que viajan por espacios y épocas remotas. Cuando la sociedad se pierde en laberintos superficiales resurgen hombres apasionados al rescate de todas las pruebas antidiluvianas que poseen el valor de nuestra identidad. Este instinto perdura en personalidades honestas de carácter científico instruidas en la verificación del saber. La historia oficial no aporta pruebas, la arqueología, la lingüística y el arte, sí. Aquí pueden comprar su entrada al Museo de la Vida Primitiva y reencontrarse.

«Los primeros hombres (raza blanca) aparecieron en Norteamérica y desde ahí poblaron el resto del mundo, cruzando el istmo de Bering hacia el continente asiático [...]»

República luminosa, de Andrés Barba

Talento empobrecido. Esta obra será alegremente fagocitada por la voracidad del cine de terror pero no podrá nutrir los anhelos del alma hacia la excelencia. Una voz original, un narrador nítido, una escritura laboriosa que trabaja para la distopía y la decadencia. Andrés Barba es una promesa que no despega. Su  inteligencia parece eclipsada por los halagos del mercado editorial y su producto final no alcanza siquiera el rendimiento literario de un micro-relato de Roberto Bolaño, arrinconando sus ficciones en una frondosa y tupida selva tropical, iberoamericana, para arrojar toda su creatividad al alcantarillado de una ciudad absorta en sacrificios salvajes.

República luminosa es el hundimiento de las bases del hombre hasta niveles infrahumanos. Es sinónimo de anarquía y de sin razón. La infancia queda adulterada hasta la criminalidad como vía de escape para salvar un proyecto literario convertido en pesadilla atroz. Todo un esfuerzo cruel. Entonces me pregunto –¿Y si canaliza su agudeza onírica hacia la Gran Obra de la Literatura como hizo Borges en su tiempo, en su aquí y ahora?–. Presenciaremos lo que es natural ¡Blum!