Oscar Wilde conoció a Bosie en 1891, cuando Bosie tenía veintiún años y él treinta y siete. Bosie fue una fuente de inspiración y a la vez de conflicto. Lord Alfred Douglas era caprichoso, egoísta y derrochador, lo que llevó a Wilde a gastar grandes sumas de dinero y a distanciarse de su familia. La relación entre ambos fue intensa y tumultuosa, marcada por la pasión, los conflictos y, finalmente, el escándalo que llevó a la caída de Wilde. La diferencia de edad y la personalidad caprichosa de Bosie influyeron significativamente en el curso de su relación, que terminó siendo uno de los factores centrales en el juicio y encarcelamiento de Wilde. Durante el juicio, Douglas no apoyó a Wilde como se esperaba, lo que aumentó su sentimiento de traición y desilusión.
Su relación con Bosie fue un eje central de su deseo y su identidad. Bosie representaba no solo un objeto de amor, sino también una fuente de reconocimiento y validación. Sin embargo, esta relación fue profundamente destructiva, llevando a Wilde a la ruina financiera, emocional y social. En De profundis, Wilde reflexiona sobre su dependencia del reconocimiento de Bosie y de la sociedad. El encarcelamiento lo obliga a confrontar la fragilidad de este reconocimiento y a buscar una forma de validación que no dependa del Otro. Wilde acepta su vulnerabilidad y sus errores, lo que le permite reconstruir su identidad desde una posición de humildad y autenticidad. La escritura surge como un acto de subjetivación que le permite transformar su sufrimiento en algo significativo. A través de la carta, no solo se reconcilia consigo mismo, sino que también reafirma su identidad como artista. Wilde transformar su dolor en arte y su sufrimiento en sabiduría. Este proceso no solo lo llevó a una mayor comprensión de sí mismo, sino que también consolidó su legado como uno de los escritores más profundos y conmovedores de la literatura universal.
La condena de dos años le fue impuesta en 1895 y la cumplió en las prisiones de Pentoville, Wandsworth y finalmente Reading Gaol, donde Wilde experimentó condiciones extremadamente duras e inhumanas, como trabajos forzados, aislamiento, mala alimentación y humillaciones constantes, que afectaron profundamente su salud física y mental. Su encarcelamiento marcó un punto de inflexión en su vida y obra, inspirando algunas de sus reflexiones más profundas, plasmadas en esta reveladora obra.
«Perdí el propio dominio. Sin advertirlo, cesé de ser piloto de mi alma. Me dejé, en cambio, dominar por el placer, y a esta tremenda vergüenza he venido a parar. Sólo me queda ahora una cosa: la perfecta humildad.»
De profundis fue escrita entre enero y marzo de 1897, hacia el final de su condena. Wilde la concibió como una carta dirigida a Bosie, aunque nunca llegó a enviársela. La carta no fue publicada en su totalidad hasta 1905, cinco años después de la muerte de Wilde. Su amigo Robert Ross la editó y le dio el título De profundis en referencia al Salmo 130 de la Biblia, que comienza con las palabras "Desde lo profundo clamo a ti, Señor".
De profundis no es solo una obra literaria; es un testimonio desgarrador de la caída y el renacimiento de un genio. Acostumbrado a la opulencia, la fama, el hedonismo y las fiestas que lo convirtieron en el centro de la sociedad londinense, se encuentra de repente en una celda fría y oscura, sometido a trabajos forzados y a la humillación constante. Es en este contexto de extrema adversidad donde nace De profundis. Lejos de los salones elegantes y las veladas brillantes, Wilde se enfrenta a sí mismo con una honestidad brutal, reflexionando sobre su vida, sus errores y su relación con Bosie, el joven que lo llevó al borde de la destrucción.
La prisión fue un encuentro brutal con lo real, la violencia física y emocional de la cárcel, la pérdida de su libertad y la confrontación con su propia mortalidad. Este trauma no podía ser completamente simbolizado, no podía ser expresado o comprendido plenamente a través del lenguaje. Wilde intenta simbolizar lo real a través de la escritura, aunque reconoce que el sufrimiento extremo escapa a la comprensión total. La carta es un esfuerzo por dar sentido a lo que es insondable.
«En la prisión enorme en la cual estaba recluido, yo era tan sólo el número y le letrilla de una celda en un largo corredor, uno de los mil números carentes de vida y una de las mil vidas muertas.»
Para Wilde, el encarcelamiento significó una ruptura brutal con el orden simbólico que había dominado su vida en la sociedad victoriana, con sus leyes morales y sus convenciones. Al ser condenado por "indecencia grave", Wilde fue expulsado del orden simbólico que lo había celebrado como un genio literario. Esta exclusión lo colocó en una posición de "excepción", donde ya no estaba sujeto a las mismas normas sociales, pero tampoco podía participar plenamente en ellas. En De profundis, Wilde utiliza el lenguaje, su orden simbólico, para reconstruir su identidad y dar sentido a su experiencia. La carta es un acto de simbolización que le permite procesar su dolor y su culpa, transformándolos en algo comprensible y comunicable.
Wilde estaba dominado por su imagen pública como dandi, esteta y figura social. Su reclusión destruyó esta imagen idealizada, llevándolo a una confrontación dolorosa con su yo. En la cárcel, Wilde perdió todo lo que había definido su identidad pública, su fama, su libertad y su estatus social. Esta pérdida lo llevó a una crisis en el registro imaginario, donde ya no podía sostenerse en la imagen idealizada de sí mismo. A través de la escritura de De profundis, Wilde comienza a reconstruir su yo desde una posición de vulnerabilidad y honestidad. En lugar de identificarse con la imagen del dandi, se reconoce como un hombre que ha sufrido y que busca redención. Este proceso de reconstrucción es clave para su supervivencia psicológica.
La lectura de De profundis tiene un efecto psicológico profundamente revelador tanto para el lector como para quien analiza la obra, ya que ofrece una ventana íntima al proceso de introspección, sufrimiento y transformación de Oscar Wilde. A través de su prosa lírica y honesta, Wilde no solo expone su propia experiencia, sino que también invita al lector a reflexionar sobre temas universales como el dolor, la redención, la identidad y la relación con los demás.
Wilde fue castigado por vivir de acuerdo con su propia identidad y deseos, lo que refleja cómo la sociedad victoriana reprimía cualquier forma de expresión que no se ajustara a sus normas. Esta represión es un tema central en la obra, donde Wilde reflexiona sobre cómo su individualidad fue aplastada por un sistema moral opresivo. El encarcelamiento de Wilde lo alienó de la sociedad, convirtiéndolo en un paria. La cultura victoriana, con su moralidad rígida y su hipocresía, sirvió para justificar su condena. Esta moralidad victoriana, basada en la represión sexual y la apariencia de virtud, es expuesta por Wilde como una fachada que oculta la corrupción y la crueldad, utilizando las normas culturales para controlar y oprimir a los individuos. La carta es un acto de rebeldía que desafía las normas sociales y reafirma su identidad como artista.
Wilde utiliza la escritura como una herramienta para liberarse de las cadenas de la opresión y encontrar un sentido de redención. Aunque está físicamente encarcelado, Wilde encuentra en la escritura una forma de libertad. La carta es un espacio donde puede expresar sus pensamientos y emociones sin restricciones, lo que refleja el poder emancipador del arte, transformando su dolor en algo bello y significativo, como una forma de resistencia contra la opresión.
«Los únicos hombres que deseo tener a mi vera, son los artistas, y aquellos que sufrieron, y aquellos que conocen la belleza, y saben lo que es el dolor. Ya nadie me interesa fuera de ellos. No le exijo nada más a la vida.»
Wilde denuncia cómo la sociedad victoriana aplicó esta lógica al condenarlo, tratándolo como un objeto de escarnio en lugar de como un ser humano. El juicio de Wilde fue un ejemplo de cómo el sistema judicial victoriano aplicó una racionalidad fría y calculadora, ignorando su humanidad y su arte. Esta deshumanización es un tema central en la obra, donde Wilde reflexiona sobre cómo fue reducido a un mero caso legal.
La lectura de De profundis no solo es una obra literaria, sino también una ventana íntima a la vida, el pensamiento y la evolución de uno de los escritores más fascinantes de la historia. A diferencia de sus obras más conocidas, como El retrato de Dorian Gray o La importancia de llamarse Ernesto, que destacan por su ingenio y esteticismo, De profundis muestra a un Wilde vulnerable, introspectivo y profundamente humano. El lector puede conectarse con su lado más íntimo, descubriendo a un hombre que enfrenta el dolor, la traición y la redención con una honestidad conmovedora. Esta faceta más personal permite entender a Wilde no solo como un genio literario, sino como un ser humano complejo y lleno de matices. La obra aborda temas universales como el sufrimiento, el amor, la traición, el perdón y la búsqueda de redención. Estos temas resonarán con cualquier lector, ya que son experiencias comunes a la condición humana. Wilde reflexiona sobre cómo el dolor puede ser una fuerza transformadora, lo que invita al lector a pensar en sus propias luchas y en cómo estas pueden convertirse en oportunidades de crecimiento. Para quienes conocen a Wilde solo como el dandi ingenioso y despreocupado, De profundis ofrece un contraste revelador que enriquece la comprensión de su figura y su legado. Y para quienes se acercan por primera vez a Wilde, De profundis puede ser una excelente puerta de entrada a su obra. Al entender su contexto personal y su evolución, el lector puede apreciar mejor sus otras obras, desde las comedias ingeniosas hasta las reflexiones más profundas.
De profundis es considerada una de las obras pioneras del género literario confesional, donde el autor expone sus pensamientos y emociones más íntimos. Este estilo influyó en escritores posteriores que exploraron la introspección y la autobiografía, como Jean Genet, James Baldwin y Sylvia Plath, quienes utilizaron la escritura como un medio para confrontar sus propias experiencias de sufrimiento y marginalidad. Esta denuncia de las estructuras de poder y las normas sociales opresivas ha influido en autores que exploran temas de injusticia y marginación, como George Orwell en 1984 o Harper Lee en Matar a un ruiseñor. La obra de Wilde sigue siendo un referente para quienes buscan usar la literatura como herramienta de crítica social. Se trata de una de las primeras obras que aborda abiertamente la homosexualidad y la persecución que sufrió por su orientación sexual. Virginia Woolf, en Orlando, André Gide y Alan Hollinghurst han encontrado en esta obra un precedente para explorar temas de amor prohibido y resistencia frente a la opresión.
De profundis es una obra que no solo se lee, sino que se siente. Su impacto emocional y su profundidad filosófica la convierten en una experiencia literaria transformadora. Su estilo refinado y subversivo ha influido en escritores que buscan combinar la belleza literaria con la introspección, como Marcel Proust en En busca del tiempo perdido o Rainer Maria Rilke en Cartas a un joven poeta. La capacidad de Wilde para transformar el dolor en algo bello y significativo ha inspirado a generaciones de escritores. No te la pierdas.
«Antes, no podía haber venido; ni después, tampoco. Si me hubiera hablado alguien de humildad, de mi lo habría apartado; si me la hubiera traído alguien, yo la hubiera rechazado; pero la encontré yo mismo, y es por eso que deseo conservarla. Imposible que sea de otra manera; es ella lo único que en sí misma lleva gérmenes de vida, de una vida nueva, lo único que me aporta los gérmenes de mi vita nova.»
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