El 3 de julio de 2008 se celebró el 125 Aniversario del nacimiento del inquietante escritor Franz Kafka, una vida que surgió en un viejo edificio situado en el límite del ghetto judío de Praga, a dos pasos de la iglesia rusa ortodoxa de San Nicolás. Fue hijo de una acomodada familia de comerciantes pertenecientes a la minoría judía de lengua alemana.
Sumergido en ese contexto de condicionantes culturales y de riqueza de idiomas asistió a la escuela y al instituto refrescado de recursos intelectuales. A los 23 años obtuvo el título de Doctor en Derecho y trabajó como empleado en varias compañías de seguros.
Kafka era un ser alegre, bromista, cordial y profundamente comunicativo. Fue dueño de una vigorosa alegría de vivir y enfrentó con poderosa fuerza interior las angustias de su difícil vida familiar. La sombría imagen de un ser permanentemente angustiado y triste es legendaria y totalmente incierta. Murió el 3 de Julio de 1924, a los cuarenta años, víctima de tuberculosis en el sanatorio de Kierling, cerca de Viena. Su más intimo amigo, el crítico y escritor Max Brod, hizo caso omiso de su última voluntad y en lugar de destruir sus obras, las dio a conocer al mundo, mostrando todo su genio literario, manifestado en La Metamorfosis (1915) y a través de la publicación de El Proceso (1925), El Castillo (1926) y América (1931).
En mi caso accedí a Kafka, de veinteañero, a través de su Carta al padre (1919). Los avatares de su personalidad me permitieron entender que existía una irremisible distancia, notable y justificada, entre su liberador individualismo y la identidad encorsetada por las rígidas y autoritarias exigencias paternales. Todo se debatía en esa frontera, cada renglón avanzaba trazando su línea divisoria que le salvaguardaba de la negación existencial. Adquirí con él la idea de una defensa de la identidad propia. En esta carta Kafka se autodenomina, por boca de su propio padre, como un gusano o un parásito que clava el aguijón y vive de la sangre del padre. Un antecedente más del símbolo del insecto, del escarabajo protagonista de La metamorfosis. Con La Metamorfosis encontré a una horripilante cucaracha, un escarabajo pelotero que desestructuraba la estabilidad de una familia que vivía del sustento salarial del metamorfoseado Gregorio Samsa, así, de repente, de la noche a la mañana, conservando sin embargo todas sus facultades mentales. Su hermana Greta se hacia cargo de los cuidados de la cucaracha y de mantener la habitación limpia, muy a su pesar, soportando la repugnancia que el bicho infecto le provocaba. Toda la familia se ve inmersa en un constante tránsito, desde el horror, a la abnegación, la repulsión y la supervivencia. Kafka quiere que suframos con su personaje, que experimentemos sus vivencias y reacciones. La historia no se nos muestra, por lo tanto, como un sueño, sino como una realidad imposible de comprender racionalmente. En un primer momento nos revelaremos ante tal situación, intentando buscar una explicación lógica a algo que de por sí supera nuestra capacidad de entendimiento. Finalmente tendremos que aprender, al igual que Gregorio Samsa, a aceptar la situación con todas sus consecuencias.
Se dice que esta obra posee más de ciento cincuenta interpretaciones posibles. Si nos guiamos únicamente por las descripciones que hace en este texto sobre su despótico padre (Hermann Kafka) y por la manera en que en la intimidad le menospreciaba, provocará en nosotros una visión displicente de la tiranía a la que Franz Kafka se vio sometido, puede que hasta 1922, dos años antes de su muerte. Sin embargo, las personas que conocieron a Hermann Kafka, como Frantisek Xaver Basik, uno de sus empleados, coinciden todos en describirlo como una persona bondadosa, afable y comprensivo que mimaba a manojos a sus hijos. Nada que ver con la figura opresiva que retrata en 1919. Esto nos obliga a entender que todo corresponde a un contumaz derroche de creatividad literaria, que le sitúa más allá de la cima en la que ya fue coronado por el culmen de su literariedad.
En sus diarios y cartas se queja frecuentemente de insomnio y dolores de cabeza. Fue un partidario de la dieta vegetariana y del naturismo (ideal de pureza). Se dice que consumía grandes cantidades de leche sin pasteurizar, lo que pudo ser el factor desencadenante de su tuberculosis, en 1917. No hay coincidencia de pareceres sobre los supuestos trastornos psicológicos de Kafka. En sus cuadernos íntimos él habla de "demonios", "derrumbamiento", "embates", "desamparo", "persecución", "soledad", "asalto a las últimas fronteras terrenales", "agobiante observación de uno mismo" y muchas otras expresiones más que aluden a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. La interpretación médica que se haga de estos pasajes no dejará de ser arriesgada y sobre todo simplificadora. Kafka, desde su obra literaria se nos aparece como un ser atormentado y complejo, pero que a su manera, gozó de la vida con una intensidad fuera de lo común.
"Todo es fantasía; la familia, la profesión, los amigos, la calle; fantasía lejana o pobre, la mujer; pero la verdad más inmediata es apretar la cabeza contra el muro de una celda sin ventanas ni puertas". (Diarios, 1910-1923)
Kafka nos enseño que era posible escribir de una manera diferente. Su genuino estilo incita constantemente a explorar nuevas dimensiones de expresión literaria. Desde Huracanes en Papel elevamos su memoria a los estratos más altos de la Literatura Universal.
(Foto: "Mirada kafkiana" por Santiago Beguería Portugués)
1 comentario :
Te emplazo a mi post: "Vaca".
Tal vez te haga gracia mi dibujo...
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