
El escritor, Denis Johnson, nació en Munich, pero creció en Tokio, Manila y Washington. Apenas habla con los medios y vive recluido en Idaho con su familia. Desde la publicación de sus primeras obras fue comparado con Charles Bukowski y William S. Burroughs y se convirtió en un autor de culto en Estados Unidos. Ha recibido la beca Lanna Fellowship y el Whiting Writer's Award, entre otros. Entre sus obras traducidas se encuentran Hijo de Jesús (Debolsillo, 2003) y El nombre del mundo (Mondadori, 2003).
En su última novela hace un recorrido visceral por los extremos físicos, morales y espirituales de la Guerra de Vietnam, 1963-1970 . El periplo se inicia en la Bahía de Subic, en Isla Grande, con el joven marinero en prácticas William Houston, que se acerca con un rifle del calibre veintidós para ir practicando las artes de la caza. Allí ya ocurre un acontecimiento estremecedor.
Por otro lado, Skip Sands es un americano ingenuo y patriota convencido de su papel en la detención del avance del comunismo en Filipinas. Tras el asesinato de un sacerdote acusado de pasar armas a los comunistas, comienza a sospechar que la guerra que estaba ansioso por librar no es tan buena como creía. Su tío, el héroe de guerra conocido como «el Coronel», tiene grandes planes para derrotar a los comunistas: una ofensiva psicológica con armas atómicas y agentes dobles vietnamitas con el nombre en clave de «Árbol de Humo». En el último eslabón de la cadena de mando, los soldados voluntarios Bill y James Houston, procedentes de las clases rurales de Arizona, se enfrentan al horror y la brutalidad de las guerrillas, y de sus propios instintos. La amante ocasional de Skip y un subalterno del Coronel, obsesionado con la operación Árbol de Humo, son otros de los personajes de esta novela sobre la guerra, sobre todas las guerras, y sobre aquellos que han encontrado su propio corazón de las tinieblas. Árbol de Humo es una novela destinada a convertirse en una de las obras clásicas de la literatura engendradas por esa guerra trágica y asombrosamente familiar.
Adentrarse en estos territorios supone toparse con el napalm; la bomba de azufre blanco; la atmósfera de silencio; el campamento Eco instalado con sus generadores MASH mientras a la salida del sol la montaña regurgita humo negro como si fuera un volcán; con el ejército del norte; los morteros del Vietcong; el Purple Bar, una choza enorme, un antro donde merodean prostitutas de cara sombría, niñas abandonadas cuyas familias han fallecido y en donde nunca entra ninguna chica del lugar. Vietnam es asediada por los F-16 y los cazabombarderos F-5E, dejando tras de sí vidas que desaparecen ignotamente, bajo alfombras de fuego y humo, mientras sopla un viento pestilente de ilusión. Entretanto los helicopteros americanos ametrallan cualquier cosa que se mueve por los ríos y las patrullas de tierra queman aldeas sin sentido masacrando despiadadamente a sus nativos. La escena del hombre torturado en una de las aldeas es repugnantemente atroz. Es realmente escabrosa y sanguinaria. Denis Johnson intenta mostrarnos una mota de la suciedad humana que se respiró en tan descabellada guerra.
El misterioso tema de las grutas subterráneas excavadas por los nativos suscita una disposición a la lectura digna de un bestseller. Los vietnamitas cavaron los túneles con simples palas de mano, a veces, a una tasa de sólo uno o dos metros por día. La tierra se la llevaban en cestas y, para evitar ser descubiertos, la arrojaban en lugares muy distantes. Las entradas, rectángulos de cuarenta por treinta centímetros aproximadamente, se camuflaban con vegetación. Tan desapercibidos pasaban estos pasadizos subterráneos que los norteamericanos montaron una base sobre ellos, sin darse cuenta de que sus enemigos vivían debajo. Los vietnamitas salían por la noche y les robaban comida.
Como se puede comprobar en la novela, a finales de 1968 los norteamericanos descubrieron, al fin, una entrada. Aún así era muy difícil acabar con aquella fortaleza subterránea. Se intentó destruir los túneles con explosivos o quemando gas de acetileno. Pero la dureza de la tierra y la capacidad del los vietnamitas para reparar durante la noche lo destruido impedía que estos ataques norteamericanos tuvieran éxito. También se enviaron perros para localizar a los guerrilleros, pero las trampas colocadas en los túneles los mataban o mutilaban.
Otro de los elementos que refuerzan Árbol de humo son los personajes cas

Fuente de foto: Bahía de Halong. Vietnam.- Tránsito®
1 comentario :
No podría leerlo, me enferma nada más pensar en tanta violencia, tanta brutalidad, ya sé que es una parte de la vida, pero no puedo soportarla. Si me gusta oirtelo describir, es como si lo leyese. Gracias Tránsito.
Chicago.
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