HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Enrique Vila-Matas, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

miércoles, 19 de agosto de 2009

El niño criminal, de Jean Genet

El título me atrajo como un imán. El autor era para mi desconocido. Y empecé a indagar. Y descubrí que este texto iba a formar parte de un programa de radio llamado Carte blanche [Carta blanca] donde se le concedía la palabra a un escritor francés para que, con total libertad, se dirigiese a los radioyentes. Genet presentó El niño criminal para dedicar su ternura a esos chavales sin piedad. Sin embargo, el director general de la Radiodifusión, Wladimir Porché, censuró dicha emisión y tuvo que esperar otro tipo de publicación más silenciosa, separada de la dicción propia de su autor. Una voz que las autoridades consideraron demasiado peligrosa, demasiado desafiante, quizá también demasiado insultante como para que llegase directamente a los oídos de los ciudadanos, pensando que eran inocentes de todos los cargos que los textos les imputaban. En protesta por esta intervención de la censura, Fernand Pouey dimitió en febrero de ese mismo año. Un año más tarde Paul Morihien, secretario y editor de Jean Cocteau, publicó El niño criminal.

Su literatura, notablemente autobiográfica, mitifica al delincuente en héroe. El héroe de Genet es un hombre que invierte los valores de la sociedad. Pervierte la figura del buen ladrón y lo convierte en un héroe que accede al absoluto a través del Mal. Convierte lo más sórdido en una especie de poesía. Su literatura juega con la provocación moral y mezcla lo ficticio y lo real. Witold Gombrowicz dijo de él que convertía la fealdad en belleza. En su escasa obra encontramos continuamente el retrato de una miseria lírica, en la que se imponen las historias de amor, y donde los delincuentes dejan entrever su ternura. Jean Genet, de padre desconocido y abandonado por su madre a los siete meses de nacer fue entregado a una familia de acogida. Desde pequeño tuvo conciencia de no pertenecer al mundo que se le ofrecía y comenzó muy pronto a enfrentarse a él: cometió su primer hurto con diez años y tras varios robos y fugas, fue encerrado en la colonia penitenciaria de Mettray —donde se cristalizaron sus tendencias homosexuales—.

Monaguillo de una moral inversa, cantor del mal y sacerdote de una estética exenta de domesticaciones, desde el principio fue despreciado por todos, incluso por su madre por lo que decidió convertirse en el origen de sí mismo, en su propia obra. Los hombres le habían condenado, desde el comienzo, y él se esfuerza en todas sus novelas por hacer de esa condena la más brillante de las condecoraciones.

“Hablo en la oscuridad y en el vacío, pero aunque sea tan sólo para mí, quiero otra vez insultar a los que insultan.”

Entre 1944 y 1946 escribió cuatro novelas y tres largos poemas, todos ellos fueron escritos en la cárcel. Su mejor obra Santa María de las Flores (1944) narra un viaje por el inframundo del hampa parisina. La obra alcanzó un éxito considerable entre los intelectuales. Cocteau y Satre se erigieron en sus defensores y, gracias a la intervención de los amigos del primero, lograron que Genet saliese del Camp des Tourelles en marzo de 1944. Pero su salida le desterró de su centro de creatividad, de su jardín existencialista.

En 1947 publicó su autobiografía Diario del ladrón, donde rememora sus propias andanzas como trotamundos, carterista y prostituto en los años treinta. Incluso un viaje al lado más sórdido del Barrio Chino de Barcelona, en los años anteriores a la Guerra Civil. A partir de ese año, "convertido" en ciudadano y hasta 1957 sufre una profunda crisis, que le lleva a sentirse extraviado y dislocado, alejado de sus círculos callejeros y su moral inversa.

Genet escribió El niño criminal cuando empezó a intuir los peligros que conllevaba la aceptación de sus obras por parte de la intelectualidad francesa y precisamente por ello en este texto vuelve a reivindicar, de manera tan intensa y desgarrada, su pertenencia a ese otro mundo, ése que celebra en sus anteriores obras y que le permite, gracias a la exaltación de su lirismo, seguir escribiendo. Vuelve por ello a desplazar a sus lectores con un despreciativo vosotros y se sitúa del lado de esos niños criminales a los añorará eternamente.

Aquí podremos presenciar con toda su intensidad una de las propuestas más radicalmente antisociales de la obra de Jean Genet, marcado por el rechazo y la lucha del yo, uno de los escritores más reconocidos y polémicos de la literatura francesa del siglo XX. Explorarán el mundo de las colonias penitenciarias para menores, donde se encuentran esos niños esparcidos por la elegante campiña francesa, que son recluidos en el correccional o en los llamados Reformatorios de la infancia delincuente, mientras Genet canta con la fuerza moral de su gesto de rebeldía ante la sociedad. Entenderán porqué al salir de esos lugares no regresaban nunca. Descubrirán el significado del Mal que se esconde en el corazón de esos jóvenes criminales y la Potencia de las Tinieblas. Su lirismo les llevará a un estado sobrecogedor. Yo sigo intentando asimilarlo. Les invito a que exploren su obra. Aquí se esconden una gran parte de las claves de la delincuencia.

Ninguno de vuestros funcionarios podrán ganarse a los niños y hacer que triunfen en una aventura que ellos mismos han comenzado. Nada podrá reemplazar a la seducción de aquellos que quebrantan la ley.

1 comentario :

Anónimo dijo...

Querido amigo:

Vivimos en una época en la que todo parece ir bien. Mucha gente estudia, no hay revueltas populares, la gente se queja poco, así lo percibo yo. En este ambiente también percibo que no queda espacio en la memoria colectiva para el inframundo: el mundo de los niños delincuentes, de las prostitutas de la calle de la Ballesta en Madrid, de los drogadictos sin hogar del poblado de las Barranquillas -hablo sobre todo de Madrid, el lugar que mejor conozco. Parece que esos grupos marginales, que hacen voz y hacen lengua, no existen en la consciencia de nuestro pueblo. Me alegro que te ocupes de los desamparados, de entenderlos, de apreciar su busqueda del yo, de entender sus inquietudes. Hacedlo extenso a todos aquellos para quien 'la mala vida' resume su existencia; son más de los que imaginamos, están detrás hasta de una sonrisa triste en una oficina en quiebra, como la de 'Bartleby el escribiente' de Melville. La literatura, de nuevo, dio trascendecia a quien sólo tenía miseria y podredumbre.