El primer relato de Jöel Dicker vio la luz cuando el joven escritor suizo tenía dieciocho años. Aquí dio comienzo su epifanía. El jurado de un concurso literario de Francia lo tachó de plagio por no confiar en la precisión y la madurez de esta obra que profundizaba con tanta fuerza en varios de los rasgos más atractivos de la existencia, la ambición y el honor del ser humano. Les parecía imposible que surgiera de la voluntad de un chico de dieciocho años.
Pero Jöel Dicker es hijo de una librera y de un profesor de francés en Suiza. Lo subestimaron. Si suman con la suficiente empatía estas dos fuerzas -comercio literario y leyes de gramática- intuirán que las páginas de este libro poseen la visión de una águila con lentes y corneas excepcionales, a la que no le tiembla el semblante para trazar su primera ruta literaria -comienzo, desarrollo y final- , consciente tanto de las aberraciones de la literatura como de su poder de tránsito.
El personaje central, Iván Levovitch es una traslocación al Beowulf ruso dispuesto a enfrentar la máxima oscuridad, cuerpo a cuerpo, con un sentido de la vida inescrutable. Página tras página el lector avanza hacia una experiencia impactante. Excesivamente lineal y sumamente recreadora. Alfaguara ha estado a la Altura. En las manos resulta un tesoro artístico. Volarán. Ágil relato ascendente con una potencia huracanada e ilustrado con escenas tan sobrecogedoras como un silencio sepulcral.
1 comentario :
Tenía el prejuicio de encontrarme con un autor excesivamente comercial pero creo, leídas ciertas reseñas como esta, que realmente hay que darle una oportunidad. A veces comercialidad y calidad pueden ir de la mano. Eso lo hemos visto.
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