Literatura de vanguardia, de huida y desconexión. Pablo Katchadjian es un lúcido escritor argentino conocido por construir ficción desde un mundo onírico y abstracto, con un estilo conciso, breve y condensado. El mensaje no está calculado. La narración avanza por destellos, intuición y fulguraciones sensitivas, especialmente en su exploración de los límites entre la realidad y la ficción, el tiempo y el espacio, y el conocimiento humano. Los sueños de Katchadjian no son solo representaciones del subconsciente, sino un medio para reflexionar sobre cuestiones filosóficas, metafísicas y literarias. Le permiten sorprenderse. Vibra. Su brújula sólo funciona si la precipita al caos, mediante un método recurrente, repetitivo, atávico. Los elementos que surgen, van reflejando sus miedos, deseos y sus búsquedas intelectuales. No importa cuales. Ubican al narrador y éste gira y gira en círculos infinitos, que en esta obra se autorreplican durante cincuenta capítulos, buscando la manifestación de una realidad más profunda.
«Estamos en una universidad inglesa, y si bien tenemos que dar clase, no sabemos de qué hablar, y ni siquiera sabemos si dar la clase o no. Les preguntamos a los alumnos qué hacer.»
Qué hacer es un experimento literario, escrita en Barcelona, en pleno confinamiento de la pandemia del COVID-19, inmerso en una situación global de aislamiento y crisis que influyó profundamente en la percepción del tiempo, la realidad y las emociones. Los personajes y las situaciones se mueven en un flujo temporal indefinido, acorde con la sensación de atemporalidad. Esta alteración social resonó con el estilo de Katchadjian, quien ya es conocido por explorar lo absurdo, lo fragmentario y lo onírico, y aquí encontró un terreno fértil para expandir sus ideas. El confinamiento obligó a las personas a limitarse a sus hogares o espacios cerrados, y esa clausura física se tradujo en una atmósfera de introspección y de escenarios mentales para la obra. Katchadjian utilizó esta limitación espacial como un catalizador para la expansión de mundos imaginarios, rompiendo con las barreras físicas y trasladando la acción a un plano más conceptual y onírico, para desestructurar la narrativa tradicional y cuestionar nuestras expectativas de lectores. El efecto que se siente es desconexión, incertidumbre y absurdo, donde lo banal adquiere un dominio de lo profundo.
«Les preguntamos a los alumnos qué hacer. Hay un silencio bastante largo que se quiebra cuando le damos la palabra a un alumno que está levantando la mano. El alumno se para y dice: lo que hay que hacer es acabar con el tercer período. Todos empiezan a hablar a la vez y a discutir sobre lo que el alumno dijo, pero nadie sabe qué quiere decir. Le preguntamos a él, le pedimos que nos explique, pero nos dice que no sabe lo que dijo, que la voz que le salió no era de él, y realmente su voz es ahora bastante diferente de la otra; menos firme y menos convincente.»
Durante su incursión por este laberinto de espejos rotos, Katchadjian encontró apoyos en León Bloy, Honoré de Balzac, John Donne, Lawrence de Arabia, Rubén Darío, Lautréamont e Ilya Kabakov, para que la fuerza de su escritura y su intelecto introspectivo pudieran convertirse en un faro hacia la transformación personal frente al conflicto, el surrealismo, la alienación y el absurdo, en los momentos más disruptivos y provocativos de nuestra historia como civilización. En Qué hacer, la influencia de estos nombres trasciende el homenaje, ya que son puntos de anclaje desde los cuales Katchadjian enfrenta el caos. Cada uno de ellos representa una pieza clave en este mosaico narrativo. Desde la ironía desgarradora de Lautréamont hasta la precisión social de Balzac, el autor logra intersecar los mundos internos y externos, reflejando el carácter fragmentado de la modernidad. La introspección espiritual de Donne y la desbordante imaginación de Rubén Darío resuenan en un texto que busca lo sublime incluso en el absurdo. Así, Qué hacer no solo refleja el confinamiento como espacio creativo, sino que se convierte en una alegoría de la lucha humana por el significado, donde Katchadjian ofrece una cartografía literaria que ilumina lo más profundo de la imaginación y lo cotidiano.
«Creo que es bastante evidente lo que hay que hacer, pero lo que habría que ver antes es si se puede decidir y si hay que decidir o no, porque habría al menos dos opciones: o el problema está en que no se puede decidir o está en querer decidir cuando no hay que decidir sino actuar. Quiero decir que quizá el problema sea que uno piensa que tiene que decidir cosas en ocasiones en las que la decisión de tomar una decisión sólo puede resultar un problema.»
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