HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Marcel Proust, Enrique Vila-Matas o James Joyce. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

viernes, 6 de diciembre de 2024

El descontento, de Beatriz Serrano

Gérard de Nerval

Al entrar en la librería, volvió a salpicarme la vorágine editorial de portadas que compiten por quedarse con los veinte euros de presupuesto para un libro. Me quité de encima los superventas y los autores afónicos. De repente vi  a la mujer abatida y mi intuición se erizó gracias a su teatral simbolismo. Escritora joven dibujando un ácido retrato social del hartazgo. Rugía. Este tipo de literatura es un peligro potencial para la casta amamantada por las poderosas instituciones que engordan sus tripas protegiendo este injusto sistema que se sostiene con necios espejismos, hasta que llega el descontento. Y acerté otra vez. 

El interesante debut literario de Beatriz Serrano demuestra, con voz distintiva, que es capaz de retratar parte del atisbo de la crisis existencial de la generación Y, los milenials de esta españa con minúscula:  individuos de una gran preparación académica que viven con las migajas de una precariedad laboral asfixiante. Su estilo combina crítica social con una narración profundamente personal, lo que crea una lectura cautivadora que invita a reflexionar sobre los límites de nuestro desfasado contrato social. En las primeras páginas se establece con eficacia el tono de la novela, prometiendo una exploración mordaz de la vida contemporánea, el impacto de los eventos recientes, su relación con el trabajo y sus intentos de encontrar algún sentido en la rutina y el caos.

«Rebusco a ciegas en mi bolso y me meto otro Orfidal bajo la lengua. No entiendo por qué mis compañeros están emocionados, si es que todo ese aluvión de emojis y signos de exclamación significa de verdad un aluvión de emociones y no que alguno de ellos, al otro lado del teclado, está sufriendo un derrame cerebral. No comprendo que deseen pasar más tiempo con otros compañeros de trabajo antes que con sus familias, sus amigos, sus ligues o consigo mismos. Quizás les aterra demasiado esta última opción. O tal vez ellos también estén fingiendo, quién sabe por qué. Por la posibilidad de un ascenso o por la cálida sensación de esa palmadita en la espalda o por la expectativa de acercarse a un pez gordo de la compañía y demostrar, por fin, el valor que creen tener dentro de la empresa.»

El descontento es un retrato corrosivo de la sociedad moderna a través de la mirada de una milénica. La historia sigue a Marisa, una treintañera que trabaja en Madrid, en una agencia de publicidad, anestesiada por orfidales y vídeos de YouTube para soportar su rutina laboral, su desencanto y su resignación. La novela explora temas como la insatisfacción laboral, la soledad, las máscaras sociales, la superficialidad de las relaciones humanas en contextos profesionales, la alienación y la búsqueda de significado en un mundo saturado de estímulos vacíos y el esfuerzo humano por encontrar sentido en lo absurdo, en confrontación con las expectativas sociales y los deseos individuales.

La obra inicia con una anécdota aparentemente desconectada, el caso de Marina Joyce, que sirve como metáfora de la situación emocional de Marisa, atrapada y observada, incapaz de pedir ayuda de manera directa. La estructura avanza en espiral, alternando entre la vida profesional de Marisa, sus pensamientos sobre la sociedad y su propia vida, lo que crea un retrato complejo y multifacético, ayudando a situar al lector en el contexto de la protagonista y refuerzan la sátira social.

«Mi trabajo consiste en ser simpática y vender humo. Leo el brief de un producto de mierda que es como todos los demás productos de mierda: un labial de color rojo, un perfume con notas florales, una aspiradora con un aplique pequeñito que puedes meter por las esquinas de tu casa porque tiene forma triangular.»

Hay un ritmo dinámico, que alterna entre pasajes de acción cotidiana, reflexiones internas y observaciones detalladas sobre el mundo que rodea a Marisa. La estructura de las frases, a menudo acumulativa, crea una sensación de flujo constante que refleja el caos interno de la protagonista. Este ritmo, sin embargo, está punteado por pausas introspectivas que invitan al lector a conectar con las emociones más profundas del personaje. La narración mezcla un lenguaje coloquial con reflexiones densas, desde un enfoque subjetivo en primera persona que permite sumergirnos en los pensamientos y emociones de Marisa, amplificando el impacto de su ironía y su visión crítica. Utiliza constantes metáforas y comparaciones que funcionan como anclas emocionales y culturales para ofrecer una visión cruda de la desconexión y la apatía contemporáneas. La narrativa incorpora referencias actuales y reconocibles que otorgan autenticidad al discurso y refuerzan su relevancia en el contexto moderno. Además consigue equilibrar hábilmente el sarcasmo y el humor con un trasfondo trágico de una vida atrapada en la rutina, haciendo que la experiencia sea tanto entretenida como inquietante en esa dualidad de humor y desesperación. 

Marisa, al igual que muchas personas de su generación, busca pequeñas escapatorias emocionales, dejando abierta la pregunta de si esas escapatorias son suficientes para sostener la vida cotidiana. La novela ofrece siempre una nota de autenticidad y melancolía que resuena con el lector. Beatriz Serrano demuestra maestría al capturar la banalidad del día a día y transformarla en una crítica sobre la existencia moderna. El cierre de la obra no es una resolución, sino una invitación a reflexionar sobre cómo enfrentamos nuestras propias crisis personales y cual podría ser el escenario si esta precariedad continua.

Por supuesto, las barrigas amamantadas ya han tomado cartas en el asunto y han envuelto entre algodones a Beatriz Serrano otorgándole el segundo premio Planeta, dotado con doscientos mil euros para su última novela y miles de ventas aseguradas. Se acabó el descontento. Los demás milenials, que se jodan. Así se compra el talento en españa. Adios rugidos. ¡Blum!


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