El mundo seguía rodando como una ridícula y grotesca pelota. En el estante de novedades literarias se me apareció incólume Enrique Vila-Matas, miembro destacado de la Sociedad de Refractarios a la Imbecilidad General y de la convulsa Orden de Caballeros del Finnegans. Con esta ficción recopilatoria publica este año su faceta más mentirosa a través de la selección de ocho entrevistas inventadas de las cincuenta que realizó en su etapa de entrevistador, entre 1968 y 1983. El primer encargo que le hicieron fue traducir del inglés una entrevista con Marlon Brandon dentro de la redacción de la revista de cine Fotogramas cuando tenía veinte años, y como él no sabía inglés decidió inventársela, por pura necesidad, para salvar su trabajo de periodista. Luego llegó la del famoso bailarín ruso, Rudolf Nuréyev, con el que tuvo una pelea en la discoteca por defender a una amiga, un día antes de la entrevista, así que el día que tuvo que llamar a la habitación de su hotel, habían pasado muy pocas horas desde el incidente y entendió que no era buena idea entablar una conversación profesional. Y así se fueron produciendo diversas anomalías en su periodismo con las seis restantes entrevistas. Una cuestión que recuerda con pesar por haber sucumbido a la presión y resolverlo con su mayor virtud, la ficción. Su lenguaje es único. Entró a la literatura para crear un nuevo estilo, la metaficción y la intertextualidad. Su obra desafía las fronteras tradicionales entre géneros, mezclando ensayo, novela y reflexión literaria en un entramado que cuestiona las estructuras narrativas tradicionales y celebra el acto de la escritura. V-M es una fiesta.
«Gracias. ¡Qué grandes estamos esta mañana!»
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