Hará un año que anoté en mi Libreta Dorada la referencia de este libro visionario y profético. Hoy le toca el turno a un sueño revelador y por desgracia fatídico, de muy rápida lectura. El escritor alemán, Ernst Jünger, escribió este libro en 1939. Supuso la acusación más clara y contundente contra la tiranía que en aquel momento reinaba en muchos países de Europa, no sólo en Alemania. Sus lectores intuyeron que se trataba sin duda de algo más que un mero relato. Tenían ante sí, la declaración de un presagio. Un augurio funesto. En 1945 no pudieron dar crédito a sus ojos. Jünger se adelantó seis años a la historia, narrando con detalle meticuloso todo lo que acontecería en la Gran Guerra, incluida la bomba atómica de Hiroshima. Y todo ello a través de este relato mítico y simbólico, clavado con letras en hojas de papel.
La narración arranca rememorando y describiendo como era la vida en la Gran Marina, un antiguo y civilizado país situado junto a las aguas de un lago, una tierra rica, generosa, cuyos habitantes se dedican al cultivo del trigo y la vid. La religión dominante es el culto a los antepasados, y la vida social, política, jurídica, se rige por un orden tradicional. La belleza, el derecho y la alegría de vivir se funden en una unidad armoniosa. Al norte de la Marina se hallan los acantilados de mármol, que la separan de un paisaje distinto, la Campaña. Allí habitan los pastores, dedicados a la cría del ganado. Practican una religión bárbara, son salvajes e indómitos, pero también poseen la virtud de la hospitalidad y un sentido instintivo de lo justo. Donde acaban los pastos comienzan los bosques, lugares incultos y oscuros donde vive gente sanguinaria y enemiga de la libertad y la dignidad humanas, a las órdenes del Guardabosque Mayor.
Al borde de los acantilados de mármol, en lo alto de una colina, está la Ermita de las Rudas, una casa retirada en la que dos hermanos, el narrador y su hermano Otón, se dedican a sus estudios de «botánica teológica». Desean escribir un tratado sobre la pequeña flora de Marina. Dentro de la Ermita poseen una Biblioteca dedicada a las azucenas. Y con ellos conviven, Erio, hijo del narrador y de Silvia, a quien conoció cuando era soldado y que más tarde se escaparía con un pueblo extranjero; y Lampusa, su abuela materna. La Ermita está poblada por un gran número de víboras lanceoladas que no hacen daño a sus habitantes. Desde su casa los dos hermanos divisan, al otro lado de las aguas, las montañas de Alta Plana, donde habita un pueblo montaraz amante de su libertad. Años antes se había librado una guerra, que luego se perdió, contra los hombres libres de Alta Plana. Los dos hermanos participaron en ella con las tropas llamadas Jinete de Púrpura. Al terminar la guerra renunciaron a las armas y se retiraron a la Ermita.
Un día mientras los hermanos buscan una peculiar orquídea (Cephalanthera rubra) a la que apodarán «Pajarito Colorado de los Bosques», descubren la Barraca de los Desolladores, lugar al que los violentos habitantes de los bosques, bajo las órdenes del Guardabosque Mayor, arrastran y descuartizan a sus víctimas.
Sobre los acantilados de mármol es la historia del nihilismo y la destrucción. En su lectura se distingue una evidente intención política que los lectores de todo el mundo advirtieron ipso facto. Aun así, su autor declaró que no era un texto tendencioso. El Guardabosque Mayor podía ser igualmente Stalin. En plena catástrofe su sueño captó el futuro, incluso en sus pormenores, con más precisión que cuando se hicieron realidad en la vivencia directa. La pareja de hermanos, Ernst Jünger y su hermano Friedrich Georg, se dedicaban también a la misma especie de «botánica teológica» en la realidad, que es la misma a la que se entregan los dos hermanos que aparecen en el libro. El Guardabosque Mayor fue indentificado inmediatamente con Hitler, y la ralea de los bosques con la gentuza nacionalsocialista. Biedenhorn, el cobarde y aprovechado jefe de los mercenarios de Marina, sería la representación del ejército alemán. La Orden de los mauritanos aludía a las innumerables sectas nacionalistas que contribuyeron al derrumbamiento de la República de Weimar. Detalle tras detalle que ejercen de alegorías.
Descubrirán que el relato hace también dos alusiones a la Guerra Civil Española cuando nombra Sagunto y la rebelión en Iberia. Jünger fue receptivo a todas las tiranías y despotismos implantados en Europa. Saquen ustedes sus propias conclusiones con esta frase:
“A veces, cuando soplaba el viento del oeste, teníamos un atisbo del goce de la alegría sin sombras.”
Y por último deseo destacar el personaje de Otón. Es tremendamente noble y luminoso. Aparece como una persona afable y generosa a quien le gusta calificar a los humanos de optimates. Los cuenta a todos entre la nobleza genuina de este mundo puesto que cada uno de ellos podría obsequiarnos con las dádivas más excelsas. Toma a los seres humanos como si fueran vasijas de lo maravilloso y a todos les reconoce derechos de príncipes, como a imágenes sublimes.
Analícenla ustedes. Esta pieza de la literatura es para mí una prueba más con la que poder afirmar nuevamente que la verdad habita en los sueños. La obra de Ernst Jünger respalda con vigor mis creencias. El argumento, como ustedes podrán comprobar, ofrece un rico paisaje de alusiones. Sigo, ineluctiblemente, sorprendiéndome. Ya saben que yo siempre intentaré contagiarles de mi gripe literaria. ¡Achís!
1 comentario :
Este libro lo leí tan joven que no supe apreciar ni la mitad. Creo que es hora de una relectura -que será prácticamente una lectura.
Gracias por la reseña.
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