Nocilla Dream es tecno-literatura científico-poética. Su docuficción nos entrega conceptos postpoéticos vanguardistas trasladados a una narración sin complejos, como por ejemplo que Ernesto Che Guevara es, por excelencia, el gran icono analógico/mecánico-racional/objetivo en la cartografía de su Universo Nocilla, de su ficción colectiva ensamblada a su ficción personal. Y además, si lo piensan según su prisma, el Che se separa incluso con más intensidad de este concepto que las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury o las Ratas de Gambia. Ahora puede parecerles extraño, porque aún no se han familiarizado con su semántica, pero si empiezan a observar las distancias que existen en su mapa conceptual verán que en su opuesto nos aparece J.L. Borges como el irrevocable icono emocional/subjetivo-digital/electrónico dentro de este mismo territorio del sueño ennocillado. ¿Extraño, verdad? Sin embargo a mi me ha resultado muy interesante. Descubrirán que hay mucho más. El inicio de su Proyecto Nocilla muestra temas de una gran complejidad y lucidez: Realidad Virtual, Código Binario, la geometría de la información, la gramática del lenguaje audiovisual, los intentos de anonimato digital por parte del creador del software PGP (P.R. Zimmermann), la nueva morfología arquitectónica, Micronaciones (El Principado de Sealand y el KREV-Reino de Ergaland & Vargaland), cine, arte y mucha física nuclear. Todo ello llevado al límite de la creación literaria posmoderna, hacia el desarrollo de un arte nuevo, entregado a la conquista del tránsito cultural, sometido a su proyecto de la misma manera que evoca este verso al que apunta de Yeats:
Nocilla Dream reúne los restos liofilizados de nuestra caótica globalización. Explica a través de escenas paradójicas un fractal de la Realidad que hoy vivimos, inmersos en sueños tecnocráticos, buscando una definición quimérica de ego o identidad. Los personajes pertenecen a una norteamérica de desiertos mccarthyianos, conectados por la más dilatada de las autopistas de la Red de Carreteras Federales de Estados Unidos: la interminable Ruta 50, que cruza desde la Ocean City en Maryland hasta el Océano Atlántico, en West Sacramento, California. Les aparecerán poéticas zapatillas colgadas de las ramas de esos árboles que solitarios en la inmensidad del desierto conquistaron un remoto acceso acuífero para sobrevivir.
Tengo la sensación de haber tardado mucho en llegar a este libro. Recuerdo que lo vi muchas veces en la librería. Agustín Fernández Mallo me saca siete años, sin embargo lo siento muy cerca de mi generación, la del 74. Me ha resultado muy interesante su evolucionada visión sobre nuestra sociedad. Su temática esta enlazada por completo con los elementos tecnocrático culturales de nuestro fin de siglo y el comienzo de este nuevo. Todo lo que narra lo siento familiar. A Zimmerman, a sus escritores, su física, o su ficción. Me alegra comprobar lo cerca que estamos. Únicamente, si este hubiera sido mi libro, habría llevado como título Nutella Dream. Es mejor y me resulta más unido a mi infancia. En cuanto al contenido de este zapping literario le doy un notable y destaco la cita que edita de Félix de Azua y la red de tuberías que nos dibuja en nuestra mente, tributo a Italo Calvino, junto a la red de venas y arterias de nuestro organismo que él añade con gran acierto literario. Intuyo que terminaré la trilogía de su Proyecto Nocilla. Y ahora transitemos hacia otro escritor coetáneo, que como él nació en 1967. En breve estaremos con él, en columna de avance, en este Alto Vacío. Y no por comparar, sino para descubrir. Disfruten.
“Todo ha cambiado, cambió por completo/ una belleza terrible ha nacido.”
Nocilla Dream reúne los restos liofilizados de nuestra caótica globalización. Explica a través de escenas paradójicas un fractal de la Realidad que hoy vivimos, inmersos en sueños tecnocráticos, buscando una definición quimérica de ego o identidad. Los personajes pertenecen a una norteamérica de desiertos mccarthyianos, conectados por la más dilatada de las autopistas de la Red de Carreteras Federales de Estados Unidos: la interminable Ruta 50, que cruza desde la Ocean City en Maryland hasta el Océano Atlántico, en West Sacramento, California. Les aparecerán poéticas zapatillas colgadas de las ramas de esos árboles que solitarios en la inmensidad del desierto conquistaron un remoto acceso acuífero para sobrevivir.
Tengo la sensación de haber tardado mucho en llegar a este libro. Recuerdo que lo vi muchas veces en la librería. Agustín Fernández Mallo me saca siete años, sin embargo lo siento muy cerca de mi generación, la del 74. Me ha resultado muy interesante su evolucionada visión sobre nuestra sociedad. Su temática esta enlazada por completo con los elementos tecnocrático culturales de nuestro fin de siglo y el comienzo de este nuevo. Todo lo que narra lo siento familiar. A Zimmerman, a sus escritores, su física, o su ficción. Me alegra comprobar lo cerca que estamos. Únicamente, si este hubiera sido mi libro, habría llevado como título Nutella Dream. Es mejor y me resulta más unido a mi infancia. En cuanto al contenido de este zapping literario le doy un notable y destaco la cita que edita de Félix de Azua y la red de tuberías que nos dibuja en nuestra mente, tributo a Italo Calvino, junto a la red de venas y arterias de nuestro organismo que él añade con gran acierto literario. Intuyo que terminaré la trilogía de su Proyecto Nocilla. Y ahora transitemos hacia otro escritor coetáneo, que como él nació en 1967. En breve estaremos con él, en columna de avance, en este Alto Vacío. Y no por comparar, sino para descubrir. Disfruten.
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