HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

miércoles, 4 de noviembre de 2009

En tierras bajas, de Herta Müller

El idioma alemán está de moda en la Academia Sueca. Ya van tres premiados en sólo diez años, Herta Müler, Elfriede Jelinek y Gunter Grass. Herederos de Goethe. Este año de cambios en la presidencia del Nobel de Literatura nos ha traído un insólito resultado. Nuevamente, Philip Roth, deberá esperar con paciencia, el deseado galardón, como muchos otros autores. Ha sido el turno para una gran desconocida, Herta Müller. Y tras la inesperada noticia empecé a descubrir una realidad literaria aislada y oculta a los tentáculos comerciales del libro. Esta obra fue censurada en Rumanía en 1982. Nicolae Ceausescu la prohibió con absoluta porfía. Revelaba la historia de represión permanente y de incomunicación de una familia suaba anclada en las convenciones religiosas, las supersticiones y el odio. La vida de un pueblo alemán perdido en Rumanía, de una minoría tratada como desposeídos y en una época de escasez y hambruna. Literatura que emergió desde las carencias humanas y las ataduras del despotismo de un dictador y director de una política antirusa y nacionalista rumana.

Al premiar a Herta Müller, se premia también la memoria del inmenso sufrimiento del pueblo rumano bajo el yugo del comunismo. Todo el país lo celebra, sus amigos, los críticos y los habitantes de la ciudad donde se educó y vivió antes de marcharse, Timisoara.

Ahora acerquémonos un poco más a los detalles de este Nobel para entender la magnitud y la importancia de la obra de Müller. Los lectores estamos de enhorabuena. Se trata de una de las más poderosas escritoras de la joven literatura rumana en lengua alemana. Posee alta calidad literaria, es irrebatible políticamente, comprometida y europea. Notaremos que su lenguaje es denso y preciso, iluminado con tintes poéticos. Pero antes es necesario entender quienes son los suabos y qué hacía Herta Müller por esas tierras bajas de Rumanía.

Pues bien. Los suabos del Banat fueron, en su origen, una comunidad diminuta. No eran más que un puñado de campesinos pobres que hace más de doscientos años emigraron desde Alemania central hacia las regiones despobladas de Europa del Este. Se instalaron primero en la región del Banat, en lo que en aquel entonces era Austria. Pero tras el colapso del imperio austro-húngaro, esta pequeña comunidad, que seguía fiel a sus tradiciones y lengua alemanas, es decir, fiel a su propia historia, decidió unirse, tras la primera Guerra Mundial, a lo que hoy es Rumania, porque el nacionalismo húngaro en furor en aquel entonces prohibió la enseñanza en otras lenguas. En Rumania, los suabos encontraron una acogida menos opresiva y pudieron mantener sus tradiciones.

La sombra de la historia tuvo siempre los dientes listos para hincarlos en la comunidad de los suabos. La Gran Depresión de los años 30 los empobreció dramáticamente y muchos emigraron hacia Argentina y Estados Unidos para nunca volver. Y luego vino la década siniestra que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Hitler llevó a cabo un plan para utilizar a los alemanes étnicos dispersos por esa Europa Central. Como Rumania misma se alió a los alemanes, muchos suabos rumanos participaron en la persecución de los judíos y en la invasión de la Unión Soviética. Sólo algunos pocos se opusieron a Hitler. Y fueron fusilados.

Pero de pronto, la balanza de la guerra se alteró y justo un año antes de su final, en 1944, Rumania se cambió de bando. Los suabos, orgullosos de su ascendencia alemana, pasaron de la noche a la mañana a ser vistos como siniestros enemigos y muchos de ellos acabaron en campos de concentración en la Unión Soviética en los tiempos de la posguerra. La madre de Herta Müller fue uno de ellos. Pasó cinco años en un campo de concentración en Ucrania, y sobrevivió milagrosamente.

Herta Müller era nieta de agricultores y comerciantes que perdieron sus propiedades con la llegada del régimen comunista. Fue hija de un miembro de las Waffen SS y de una deportada. Nitchidorf, la pequeña ciudad donde nació Müller en 1953, tenía periódicos en alemán, y hasta un teatro donde se podían representar obras alemanas. Cuando Müller cumplió quince años aún no hablaba rumano. Recibió toda su educación en alemán, la lengua en la que escribe. Su antigua casa aún existe, aunque sea contra la voluntad de sus cimientos. Cuando Müler tenía apenas doce años, uno de los dictadores más brutales de la Europa del Este de la posguerra asumió el poder: Nicolás Ceausescu. Müller creció en esa Rumania triste y sin libertades en la que el puño del absolutismo se cerraba sobre los suabos cada día más. Allí sufrió la tortura, el terror, la angustia del control. Al emigrar descubrió que su mejor amiga de la infancia colaboraba con la Securitate, como otros tantos miles de niños y adolescentes.

Más tarde fue a la universidad, donde estudió lengua alemana, y uno de sus primeros trabajos fue como traductora en una fábrica de carros. Muchísimos suabos abandonaron Rumania en esa época, a pesar de que debían pagar sumas astronómicas por tener derecho a una “visa de emigración permanente”. Los años 80 comenzaban ya a anunciar la terrible crisis de los Estados comunistas, y crecían los rumores de que el dictador tenía un proyecto secreto de destrucción total de los pueblos y las ciudades de esa incómoda minoría étnica alemana. Más de 200.000 huyeron durante esa década. Mientras tanto, Muller trabajaba en la fábrica y escribía.


Antes de leer En tierras bajas estoy convencido que les será útil haber conocido todos estos datos históricos para situar la obra en su particular contexto social. A parte de saber que el suabo es un dialecto alemán y que perjudicó la superviviencia de estos pueblos, también les ayudará el saber que en esos años Ceaucescu para pagar la deuda externa acumulada producto de la industrialización acelerada en la década anterior, ordenó la exportación de gran parte de la producción agrícola e industrial del país lo que provocó una escasez de comida, energía y medicamentos, haciendo que la vida diaria de los rumanos fuera una lucha feroz por la supervivencia.

La obra está compuesta por once relatos. Cuentos breves y profundamente perturbadores como surrealistas pesadillas en miniatura. Todo empieza con la tensión inquietante de La oración fúnebre que nos adentra en la vida familiar de una niña suaba que sufre una pesadilla con el entierro de su padre. Aparece un tren con hombres que van a la guerra y mujeres solitarias con bebés en sus brazos. En cuanto suene el despertador presenciaremos cual es el proceso de El baño suabo en dichas condiciones de escasez. Una presentación sencilla y rotunda de su familia. El niño pequeño, la madre, el padre, la abuela y el abuelo aprovechan el mismo agua caliente de la bañera para lavarse, uno detrás de otro, con el mismo jabón y unos fideos grises con los que se frotan por la piel, para luego todos juntos sentarse a ver la película del sábado. Este acercamiento dará paso a la descripción más detallista que hace en Mi familia de cada uno de ellos y de su árbol genealógico. Estos tres primeros relatos son el preámbulo de En tierras bajas, el más largo de todos los cuentos y en donde demuestra con más riqueza la lírica de su prosa y la iridiscencia poética de sus pensamientos. La naturaleza se hace protagonista del páramo en el que habita, flores lila, malvarrosas, acacias, vides, mariposas de la col, moscas, golondrinas, puercos, lagartijas, ranas, maíz, gatos y un sinfín de elementos y personajes que formarán el cuadro más colorido de toda la obra, para manifestar el sufrimiento, el aislamiento y el abandono de su familia y de su pueblo suabo. Y para dejarlo todavía más claro nos contará el paupérrimo negocio de su padre con las Peras podridas. Luego en el día de Todos los Santos bailará un Tango opresivo. También bailará la niña convertida en adolescente en el relato de La ventana. Bailará con Peter mientras sus ojos ardientes se clavan en Toni. Después aparecerá El hombre de la caja de fósforos que como todos los veranos arrasa con un granero de la aldea y es la chispa que prende la Crónica de pueblo. Seguidamente entrará al pueblo un hombre de otra aldea que quiere que el peluquero le haga La crencha alemana y el bigote alemán. Después Papá, mamá y el pequeño se van unos días a un hotel de la playa y todas las mañanas bajarán muy temprano para que nadie les quite el sitio. Luego entraremos en El coche de línea, un autobús revuelto de gente dispar que la llevará hasta la ciudad, donde presenciará a su llegada el trabajo de Los barrenderos. Metida en un bloque de viviendas, entre cuatro paredes, nos hablará de su soledad, de la sucesión de dictadores, de los asesinatos de la mafia y de El parque negro. Y pondrá el cierre describiendo de forma escueta, en tan sólo dos páginas, como es un Día laborable en su vida suaba en un país gris dentro de una oficina.

Por mi cabeza flotan dunas de sueño a la deriva.

3 comentarios :

Anónimo dijo...

Al parecer quien haya escrito esto tiene poco conocimiento de literatura. Este libro es uno de los peores que he leído en mi vida.
El Nobel hace rato que está degradado; con esta cantinflada se enloda. Una autora que no sabe sabe poner junto sujeto, verbo y predicado no solo debe ser olvida, debe ser ignorada.

Anónimo dijo...

Me están gustando mucho estos relatos de Herta Müller.
Tu apunte me ha ayudado a contextualizar la autora y a comprender mejor los relatos en cuestión.
Me ha resultado curioso
"Y dicen que el recién muerto cuida el cementerio hasta que muere el siguiente."
Pág. 38 En tierras bajas
Gracias
Imma

Tránsito Blum dijo...

Me alegra saber que mi aporte ha favorecido tu lectura "En tierras bajas". Yo lo habría agradecido igualmente. Es una obra que requiere un prólogo para disfrutarla y entenderla por todo su valor.

La frase que anotas es muy interesante. Permite reflexionar sobre el tránsito hacia esa misteriosa dimensión desconocida que siempre será la muerte. Creo que dice mucho de la cultura suaba. Expresa la fuerte resistencia a desaparecer sin antes haber cumplido todos los honores de la vida. En su rito funeral no se desprenden del cadaver de su familiar hasta que las orejas del muerto empiezan a tomar un color verde, el tono de la putrefacción. Agotan los últimos minutos antes de que el putrido olor a carne muerta pueda resultar indigno. Una vez aparecen esos signos de descomposición sacan el cadaver al aire libre para acompañarlo hasta el cementerio, enterrarlo y hacerle guardían del campo santo hasta que otro llege. Es muy poético. El rito embellece el tiempo, la materia y el destino. Es una danza noble hacia la Alteridad del Ser.

Un saludo, Imma.