HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

domingo, 24 de octubre de 2010

Indignación, de Philip Roth

¿Qué puedo decir de Philip Roth que se ajuste a su maestría? Difícil. Pero puedo contar que su lectura me embruja. Su ladino modo de presentar los conflictos personales produce reflexiones pluscuamperfectas. Me siento muy afortunado por vivir en una época en la que puedo leer todo lo que va publicando. Sentiré una apoteósica satisfacción el día que le den el Premio Nobel. Confío en que sea pronto. Su contribución a entender las vicisitudes y la vulnerabilidad del individuo en nuestra sociedad, rozan la perfección. Es implacable. Su más alto valor reside en el uso literario que hace de la moralidad. Moralidad e inteligencia unidas contra las paradojas e insensateces de la sinrazón.

Indignación es un alegato en contra de los fascismos de la religión y los guetos conservadores de la América profunda. Marcus Messner, alter ego de Roth, entra en el segundo curso de la conservadora Universidad de Winesburg, en Ohio, para seguir estudiando Derecho, porque su padre, un esforzado carnicero kosher de barrio, ha enloquecido de temor y aprensión antes los peligros de la vida adulta, los peligros del mundo, los peligros que en cada esquina acechan a su querido hijo. Marcus decide asistir a esta singular universidad para no sufrir en casa las constantes preocupaciones de su desquiciado padre que no cesa de advertirle peligros desaforadamente. Corre 1951, el segundo año de la guerra de Corea y están mandando a muchos jóvenes a filas.

El relato es adictivo y sobre todo cuando descubrimos que Marcus saca todo sobresalientes, que es una mente brillante, que posee una alta concentración en sus estudios, y... que admira a Bertrand Russell, Nobel de literatura, quien expresó unos muy lúcidos razonamientos en su ensayo Por qué no soy cristiano, en 1927. Ideas demasiado revolucionarias para la mentalidad de Winesburg.

Describiendo la vida en la universidad, sus costumbres y a sus compañeros, hay un momento en la novela donde es imposible no troncharse a carcajada limpia, por el contraste de sensibilidades entre los alumnos. Justo el momento en el que Marcus le pide a Elwyn, su segundo compañero de habitación, que lea la carta que le escribe Olivia, sincerándose, para ver lo que le parece su intento de suicidio. Añado que Elwyn le dejó su coche para que tuviera su primera cita con ella.

—¿Esta es la que te la chupó?
— Bueno... sí.
— ¿En el coche?
— Bueno, ya lo sabes... sí.
— Estupendo —replicó—. Lo único que necesito es que una zorra como esa se abra las venas en mi LaSalle.

Otro de los momentos más potentes del libro es la batalla dialéctica entre Marcus Messner vs El decano Caudwell. Salen chispas. Ateísmo lúcido vs Religión infantil. Marcus echa mano del filósofo, matemático y escritor británico, Bertrand Russell para defender sus pensamientos y actitudes. Inexpugnable. Su capacidad oratoria podría convertirle en uno de los mejores abogados del país si consigue terminar la carrera, pese a los obstáculos que encuentra debido a su personalidad coherente.

“¡In-dig-na-ción! De repente me pregunté cómo se diría en chino. Quería aprenderla e ir por el campus gritándola a pleno pulmón.”

La conversación que Marcus mantiene con su madre acerca de la inestabilidad emocional de Olivia, para que tenga mucho cuidado con las decisiones que toma, es un punto álgido de la novela. Un análisis muy sibilino del proceder de la familia Messner y sus consecuencias. Destaca la importancia del racionalismo como ideal supraexistencial.

“¿Podrás hacer frente a sus gritos histéricos, si llega a ese extremo?¿Podrás hacer frente a sus súplicas desesperadas?¿Podrás mirar a otro lado cuando una persona que sufre te ruega una y otra vez lo que quiere de ti y tu no vas a darle? [...] Debes estar por encima de tus sentimientos. No soy yo quien te lo exige: es la vida. De lo contrario los sentimientos te arrastrarán. Te arrastrarán al mar y desaparecerás para siempre. Los sentimientos pueden ser el mayor problema de la vida. Los sentimientos pueden jugarte las más terribles pasadas.”

Por último, decir que su final es explosivo. Convierte el relato en una defensa de los derechos inalienables del ser humano. Manque le pese al señor Caudwell, Ratzinger, o sea quien sea el mojigato. No la pierdan de vista. Se lee en tres horas. Y... suscita alteridad.

¡Alzaos, los que rehusáis a ser esclavos!

7 comentarios :

Golem dijo...

No he leído aún a Roth. Es una asignatura pendiente. Tu reseña hace que tenga que subirlo en la lista de pendientes. Acabo de descubrir tu blog y creo que pasaré más por aquí.

Un saludo

Tránsito Blum dijo...

Es un placer recibir tu visita y darte la bienvenida como fiel Amante de la Literatura. Esto no ha hecho más que empezar. Saludos, Golem.

Crom dijo...

De un ateo a otro (creo):
No he leído este libro, pero de mis anteriores lecturas he concluido que Roth tiene un sentido muy egotista de la ética. Descubrí a Roth en “Zuckerman desencadenado” (magistral “La visita al maestro”) y seguí con “El mal de Portnoy” y Goodbye Columbus (deliciosa novela y desternillantes los relatos que la acompañan en su edición española). Luego me decepcionó “Pastoral americana,” porque creo que en este pretendido retrato de la sociedad americana de la segunda mitad del siglo XX se centra principalmente en la anécdota (¿tal vez una novela algo endiosada?); no obstante su lectura constituye un goce imprescindible. Desde que finalicé “El teatro de Sabbath” (he de confesar que se me atravesó) no he vuelto a leerle. Esta novela la protagoniza un viejo verde, muy inteligente pero muy egoísta; que antepone siempre sus deseos y opiniones a las de cualquier otro.
Ésa es, en mi opinión, la posición intelectual de Roth. Una posición aristocrática ante el mundo. Eso sí: sin duda es un escritor congruente. Por ello no nos hurta, por ejemplo, las consecuencias que la publicación de “El mal de Portnoy” (que probablemente tuviera algo de autobiográfico) tuvo en su propia familia; en “Zuckerman desencadenado” relata como su padre muere maldiciéndole y el enfrentamiento que mantuvo con su hermano (supongo que también contienen elementos autobiográficos). Qué duda cabe de que es perfectamente legítimo denunciar las miserias morales de tu familia, circunstancia en la que Roth alcanza gran altura artística, ¿pero es ético? ¿Es un precio asumible causar dolor a los seres queridos?
Que Tolstoy, Chejov o el atormentado Dovstoewski, hablen de moralidad, lo entiendo y lo celebro. Que lo haga Roth me parece sospechoso, puesto que escribe desde las alturas. Igual de tendencioso me parecería un libro de Rouco Varela describiendo un enfrentamiento dialéctico entre Vicente Ferrer y el Mohamed Atta de las Torres Gemelas.
Así pues, aun sin haber leído el libro no me resulta creíble esa frase suya de que su principal baza artística resida “en el uso literario que hace de la moralidad. Moralidad e inteligencia unidas contra las paradojas e insensateces de la sinrazón”.
Es mi opinión (de ateo no militante) con respecto a Roth, por supuesto falible, y que expongo a debate.

Crom dijo...

Viene de la anterior
Así pues, aun sin haber leído el libro no me resulta creíble esa frase suya de que su principal baza artística resida “en el uso literario que hace de la moralidad. Moralidad e inteligencia unidas contra las paradojas e insensateces de la sinrazón”.
Es mi opinión (de ateo no militante) con respecto a Roth, por supuesto falible, y que expongo a debate.
Un saludo.
PD.: ciertamente nos veremos tras la publicación de "Vicio insano" y cuando me llegue "Las Correcciones", agotado en mi librería

Tránsito Blum dijo...

Pynchoniano, agradezco que abras una brecha en mis afirmaciones. La verdad no habita en una sola cabeza, sino en muchas, como reza un maravilloso proverbio africano. Tu crítica es robusta y entiendo que leer mi frase sobre el uso literario que hace Roth de la moralidad y la inteligencia contra las paradojas e insensateces de la sinrazón te cause chirridos tras los virulentos portazos que has sentido en anteriores lecturas. Tu ejemplo con Varela me permite entender la intensidad del electroshock que te ha ocasionado mi aserto en tu jerarquia de escritores bondadosos. Pongamos a Roth entre medias de Rouco y de Tolstoi para equilibrar este debate puesto que yo encumbro el uso literario que realiza con la ética pero no sitúo su moral próxima a la de Walt Whitman, T. S. Eliot, Henri Bergson o Alain-Fournier, y mucho menos limítrofe a la impoluta moral de Chejov. No he escarbado nada en la vida privada de Roth. Me oriento en función de sus pistas autobiográficas, que son muchas durante su trayectoria narrativa. Sin embargo, puedo entender lo que cuentas porque eso mismo sentí al terminar El animal moribundo. Esa novela describe el alma hiperasertiva de Roth con su frío corte racional hacia los sentimientos. Pero aún así sigo viéndole como un vigía de los hechos. Un historiador especializado en narrar la historia de padres e hijos. Con todos sus influjos sociales, históricos, personales y familiares. Empatiza con los personajes desde una visión instranferiblemente racional, lo cual significa que su tormento interno es mayúsculo. Él toma una distancia sobre el mundo casi marciana, como hacen muchos de los más grandes escritores, conscientes de que su implicación ha sido inusitada. La Córnea de águila es su compensación. Como hizo Bolaño. Leí además un artículo con entrevista a Roth en Letras Libres donde pude ver algunas fotos de su casa. Un piso situado en la última planta del edificio. Una altura que le introduce en su laboratorio de ideas y reflexiones acerca del mundo, la sociedad, los prejucios, el sexo, los héroes, la religión y el misterio de la conducta.

Y en cuanto a Pastoral americana, casualmente, la inicié ayer por la noche. Me encuentro en el análisis sobre la tartamudez de Merry Levov, la hija del Sueco. Tengo la sensación de que Indignación procede de ésta porque también está ambientada en Newark, aparece un tal Meisner e intenta llegar al porqué de una generación, la de los sesenta, que enloqueció a padres e hijos, sin remisión. Puede que él sienta esa explicación suya como sustrato para aliviar su tragedia paterna. Veremos los giros literarios que salen de sus dudas y asombros. De momento estoy atado a ella con gran admiración. Profundiza en los detalles hasta esprimirlos. Lo encuentro nutritivo.

Y en base a tu tesis del egoismo rothiano comentar que en Humillación llevó a su protagonista a esa esfera ególatra de defensa para enfrentar su enfermedad depresiva. Sí. Ese es uno de los latigazos de Roth, mostrar los embistes del ser humano para entenderlos en su globalidad. Podía haber llevado a su personaje a un barrio afligido de la ciudad para aprender otras lecciones de ese mapa perdido llamado existencia. Pero los arroja a relaciones sexuales frías y baldías. Ocurre que a veces él mismo sufre las desdichas sociales de la masculinidad. Yo se lo perdono, aunque soy consciente de ese error literario. Lo demás es maestría.

Saludos de un ateo practicante afín al Tratado de ateología de Michel Onfray.

Anónimo dijo...

Sorry for my bad english. Thank you so much for your good post. Your post helped me in my college assignment, If you can provide me more details please email me.

Tránsito Blum dijo...

What details you want to know the novel, anonymous? About what? Have you read it?