Mi primer contacto con la literatura japonesa se dio con Una cuestión personal de Kenzanburo Oé. Hasta ahora mi referente más sólido en base a su atmósfera sartreriana. Llegó a mis manos en mis primeros años universitarios gracias a la buena amistad que hice con un japonés que viajó a Salamanca durante un año para estudiar español con la buena fortuna de alojarse en la Pensión Robles de la Plaza Mayor en la que me hospedaba yo. Su fascinación por nuestra lengua era sorprendente y mi curiosidad por su cultura nunca dejó de aumentar. Ambos ensanchamos nuestros horizontes literarios y yo fui descubriendo sabores nuevos y una exótica y diferente manera de narrar. Luego llegaron Akutagawa, Tanizaki, Dazai, Murakami, Yoshimoto, Endo, Abe Kōbō y Katayama: los grandes narradores modernos del Japón. Todos ellos utilizando la palabra con una literariedad occidentalizada y un lúcido y singular toque zen convirtiendo sus textos en escenarios minimalistas, frescos y circunspectos, polarizados con la riqueza de lo individual. El Japón ordenado y disciplinado que aniquilaba sus pasiones con más suavidad que un gato pero con más intenciones que un mihura despertaba al cosmopolitismo, la vanguardia y a la creatividad lingüística como hilo conductor para salvarse de un anacronismo lacerante impuesto por cerrojos imperialistas y feudalistas que aún perduran en la nación. En este Blog dedicado a los Huracanes en papel iré dando ejemplos precisos de estas obras que provocaron la apertura intelectual de nuestros días. El tránsito hacia una catártica liberación. En este caso he querido sobrevolar por las letras de Kawakami, galardonada con uno de los premios literarios más prestigiosos de su país: el Premio Tanizaki. Ésta no es su primera obra, sino la primera novela que se tradujo en España consiguiendo una gran acogida por su capacidad de conmover.
El cielo es azul, la tierra blanca muestra una manera de conseguir esa liberación que necesita Japón. El argumento les llevará a esa transgresión. Tsukiko tiene 38 años y lleva una vida solitaria. Considera que no está dotada para el amor. Hasta que un día encuentra en una taberna a su viejo maestro de japonés. Entre ambos se establece un pacto tácito para compartir la soledad. Escogen la misma comida, buscan la compañía del otro y les cuesta separarse, aunque a veces intenten escapar el uno del otro: el maestro, en el recuerdo de la mujer que un día lo abandonó; Tsukiko, en un antiguo compañero de clase.
Kawakawi nos cuenta una historia de amor muy especial, el acercamiento sutil de dos amantes, con toda su íntima belleza, ternura y profundidad. Tsukiko y el maestro pertenecen a generaciones muy alejadas entre sí y es en esa fusión donde reside la clave de esta narración. En el acercamiento que realizan ambos personajes. Kawakawi nos introduce durante horas en una taberna japonesa donde se preparan las más exóticas recetas zen. Nos pincela sus breves movimientos, sus impresiones en cada encuentro y las vibraciones que emergen de la macrópolis, en lugares como el salón de Pachinco, un especie de casino-pinball que arrasa en el país del Sol Naciente. Pero sobre todo, nos llevará al mundo de los sabores y los sentidos. Esto lo notarán sobre todo cuando el maestro le pase la mano por la espalda a Tsukiko. En la sutil manera de hacerlo. Entonces entenderán cual es esa apertura que buscan todos los escritores de Japón. ¡Disfruten!
Kawakawi nos cuenta una historia de amor muy especial, el acercamiento sutil de dos amantes, con toda su íntima belleza, ternura y profundidad. Tsukiko y el maestro pertenecen a generaciones muy alejadas entre sí y es en esa fusión donde reside la clave de esta narración. En el acercamiento que realizan ambos personajes. Kawakawi nos introduce durante horas en una taberna japonesa donde se preparan las más exóticas recetas zen. Nos pincela sus breves movimientos, sus impresiones en cada encuentro y las vibraciones que emergen de la macrópolis, en lugares como el salón de Pachinco, un especie de casino-pinball que arrasa en el país del Sol Naciente. Pero sobre todo, nos llevará al mundo de los sabores y los sentidos. Esto lo notarán sobre todo cuando el maestro le pase la mano por la espalda a Tsukiko. En la sutil manera de hacerlo. Entonces entenderán cual es esa apertura que buscan todos los escritores de Japón. ¡Disfruten!
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