Tanizaki es la piedra angular de la novela contemporánea del Japón. Destaca principalmente por iniciar la fusión entre el mundo occidental y su cultura nipona. Abrió la brecha para todos los demás escritores actuales. Y aparte sobresale por la escabrosidad en sus relatos. Tiene un sabor propio.
La literatura de Tanizaki contiene una buena dosis de sexualidad, sin caer jamás en lo pornográfico, un vicio del que los escritores japoneses no han solido adolecer. Esto nos permite comprobar las marcadas diferencias con respecto a occidente o incluso a China. Tanizaki realiza sociología del sexo de tal manera que distingue tres etapas en Japón: la de Meiji, la época de guerra y la actual.
La era de Meiji presenció dos cambios trascendentales en cuestión sexual. Primero, la mujer empezó a ser intelectualmente educada, lo cual hizo que aunque el matrimonio continuase siendo casi siempre por arreglo de los padres, comenzara lenta pero segura la erosión de la antigua costumbre. Segundo, el hombre consiguió, tras tenaz lucha, una amplia libertad política; pero los principios éticos de la sociedad continuaron siendo los confucianos, con su lastre de feudalismo.
La literatura de Tanizaki contiene una buena dosis de sexualidad, sin caer jamás en lo pornográfico, un vicio del que los escritores japoneses no han solido adolecer. Esto nos permite comprobar las marcadas diferencias con respecto a occidente o incluso a China. Tanizaki realiza sociología del sexo de tal manera que distingue tres etapas en Japón: la de Meiji, la época de guerra y la actual.
La era de Meiji presenció dos cambios trascendentales en cuestión sexual. Primero, la mujer empezó a ser intelectualmente educada, lo cual hizo que aunque el matrimonio continuase siendo casi siempre por arreglo de los padres, comenzara lenta pero segura la erosión de la antigua costumbre. Segundo, el hombre consiguió, tras tenaz lucha, una amplia libertad política; pero los principios éticos de la sociedad continuaron siendo los confucianos, con su lastre de feudalismo.
La época bélica, que puede contarse a partir del año 1931, infundió a la actividad sexual un elemento de urgencia, tristeza y soledad infinitas, ni más ni menos que como en todas las guerras, salvajadas de hombres donde sufren principalmente las mujeres. En las guerras antiguas del Japón morían sólo los samuráis; en las modernas, hombres de todas las clases sociales.
Desde 1945 comienza la liberalización en el trato de los jóvenes de ambos sexos; proliferan los hoteles de citas; aumentan los casamientos por amor, hasta hacerse claramente mayoritarios en la década de los sesenta; y, como en el resto del mundo, la penicilina y la píldora favorecen el desmadre. Ya en la década de los ochenta, que Tanizaki no conoció pero pudo muy bien pronosticar, las estadísticas revelan que un treinta por ciento de las mujeres no desean casarse. Por otro lado, la posguerra presenció el auge imparable de las compañías anónimas y un aumento en progresión geométrica del asalariado sujeto a sus jefes con una lealtad feudal. Esto, que no parece tener conexión con la actividad sexual, la tiene, y bien funesta.
El cuento de un hombre ciego es un análisis de las costumbres japonesas en su tradición medieval en la era de la dinastía de los shogunes. A modo de trovador, el ciego, un anciano masajista que está al servicio de una noble dama, llamada Oichi, por la que siente una devoción ciega, rememora en una taberna los tiempos pasados. Este vínculo ciego nos permitirá analizar los antiguos valores de la lealtad en Japón y la naturaleza estilística de la narración en el siglo XVII. Consigan una botella de sake, elijan un cuadro que evoque dicha época y exploren una nueva literatura. Lo agradecerán. Japón esconde muchos tesoros, igual que la isla de Robert Luis Stevenson.
Desde 1945 comienza la liberalización en el trato de los jóvenes de ambos sexos; proliferan los hoteles de citas; aumentan los casamientos por amor, hasta hacerse claramente mayoritarios en la década de los sesenta; y, como en el resto del mundo, la penicilina y la píldora favorecen el desmadre. Ya en la década de los ochenta, que Tanizaki no conoció pero pudo muy bien pronosticar, las estadísticas revelan que un treinta por ciento de las mujeres no desean casarse. Por otro lado, la posguerra presenció el auge imparable de las compañías anónimas y un aumento en progresión geométrica del asalariado sujeto a sus jefes con una lealtad feudal. Esto, que no parece tener conexión con la actividad sexual, la tiene, y bien funesta.
El cuento de un hombre ciego es un análisis de las costumbres japonesas en su tradición medieval en la era de la dinastía de los shogunes. A modo de trovador, el ciego, un anciano masajista que está al servicio de una noble dama, llamada Oichi, por la que siente una devoción ciega, rememora en una taberna los tiempos pasados. Este vínculo ciego nos permitirá analizar los antiguos valores de la lealtad en Japón y la naturaleza estilística de la narración en el siglo XVII. Consigan una botella de sake, elijan un cuadro que evoque dicha época y exploren una nueva literatura. Lo agradecerán. Japón esconde muchos tesoros, igual que la isla de Robert Luis Stevenson.
“El deseo de la hormiga es oído en los ciegos.”
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