HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Enrique Vila-Matas, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

lunes, 15 de noviembre de 2010

Los ojos del hermano eterno, de Stefan Zweig

Regresar a Stefan Zweig siempre me resulta catártico. Su obra representó la bandera más alta de un pacifista y un amante de la cultura. Sus libros fueron prohibidos por el régimen de la alemania nazi. Sentía una absoluta repulsa por el nazismo. Su suicidio se produjo ante la impotencia y desesperación de ver como Hitler había ocupado la mayor parte de Europa, la cuna de las civilizaciones. Creyó que la decadencia continuaría ocupando el mundo y no lo soportó. Puso fin a todo un 22 de febrero de 1942. Hoy rescato un relato que escribió veinte años antes de su muerte, publicado en 1922.

Esta es la historia de Virata, a quien su pueblo enaltecía con los cuatro nombres de la virtud pero de quien nada hay escrito en las crónicas de los soberanos ni en los libros de los sabios, y cuya memoria los hombres han olvidado. Los ojos del hermano eterno nos adentra en uno de los relatos más enigmáticos de Stefan Zweig en el que seremos arrojados al mundo de la transmigración. Del tránsito.

Escrito como una leyenda oriental y situado mucho antes de los tiempos de Buda. Narra la historia de Virata, hombre justo y virtuoso, el juez más célebre del reino, que decide un día experimentar el efecto de los castigos que impone a los asesinos más sanguinarios de su jurisdicción para descubrir el valor absoluto de la vida. Estos son los puntos de vista entre juez y condenado.

“Este hombre ha matado a once personas. La vida de un hombre tarda un año en madurar, encerrado en el vientre materno. De modo que, por cada una de sus víctimas, pase el acusado, un año encerrado en la oscuridad de la tierra. Y como once veces ha derramado sangre del cuerpo humano, que sea azotado once veces cada año, hasta que le brote sangre, y así pagará su crimen de acuerdo con el número de sus víctimas. Que sea justa la sentencia que he pronunciado y que no sirva para satisfacer venganza alguna.”
“No eres un juez sino un ignorante, pues tan sólo sabe del golpe quien lo siente en carne propia y no quien lo asesta; sólo aquel que ha sufrido puede medir el sufrimiento. Tu orgullo osa castigar a los culpables y tú eres el más culpable de todos, pues yo he quitado la vida en un arrebato de cólera, mientras tú me quitas la mía a sangre fría y me aplicas una medida que tu mano no ha sopesado para descubrir su verdadero peso. ¡Aléjate de los escalones de la justicia, juez, no vaya a ser que ruedes escaleras a bajo y vayas a parar a sus mismísimos pies! ¡Ay de aquel que mide con la bara de la arbitrariedad! ¡Ay del ignorante que cree saber lo que es el derecho! ¡Fuera de los escalones, juez ignorante, y no condenes a los vivos a la muerte que tu palabra entraña!”

Tras esto, Virata, se marcha a los calabozos hundidos en las profundidades de las montañas, para vivir voluntariamente en sus propias carnes la condena a las tinieblas exigida a los asesinos, y es allí donde reconoce en los ojos del hermano eterno la imposibilidad intrínsica de todo acto judicativo. Su deseo de justicia le hará descubrir diferentes modos de vida para conseguir su meta, convertirse en el hombre más justo de todos los tiempos.

“Deseo actuar sin injusticia y vivir sin culpa.”

Y para finalizar lean estas dos frases. Son realmente potentes. Creo que ahora entiendo a Stefan Zweig. Ahora sí. Esto se pone muy interesante.

Sólo la mitad de la acción es obra nuestra: el principio y el final, la causa y el efecto, pertenecen a los dioses. Líbrame de mi voluntad, porque querer es confusión y servir es sabiduría, y te estaré agradecido, rey.
“El que no hace sino servir y renuncia a su voluntad se despoja de toda culpa y vuelve a dios. Pero el que quiere y cree que puede evitar hacer el mal con la sabiduría cae en la tentación y en la culpa.”

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