HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Enrique Vila-Matas, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

domingo, 30 de marzo de 2008

Mil cretinos de Quim Monzó

La entrada en sus escenas literarias es serena, en su lectura notas que algo destaca, que desentona en el contexto descrito o que reluce en ese pequeño lienzo narrativo, al poco la narración da un giro y aquello que se realzó revuelve el sentido de todo el texto hacia lo trágico, con seriedad, reflejando lo irremediable y absurdo. Monzó pinta literatura contemporánea, sus pinceladas cortas pero bien trazadas plasman los colores básicos y contrastados de los que está hecha la vida que va captando en su etapa más madura. Como lector he recogido todas estas piezas para formar el puzzle de sentimientos que me han sido entregados en estos diecinueve relatos. No se trata de un pululante recorrido de anécdotas sino de un peregrinaje transfronterizo por la barroca geografía de la insondable existencia tragicómica y de los que a ella pertenecemos como tipos y subtipos en sus multivariados formatos de lo grotesco.

En el primer relato conoceremos al anciano señor Beneset, transmutándose, vistiéndose y acicalándose de mujer sofisticada en una residencia geriátrica. Este singular personaje rendido a su devota metamorfósis me hizo rememorar el caprichoso entretenimiento sensitivo del lúcido y genial Richard Wagner, gran aficionado al travestismo más esnob. Beneset o el alter ego de Monzó se me apareció como alguien que concienzudamente queda desdibujado a nuestros convencionales ojos y dedica sus atenciones a crear y a reinventar su propia y legítima individuación intuitiva con el rojo pintalabios, el insistente esmalte de uñas y un luciente bigote blanco. Descarté la posibilidad de un retrato desvariado, las frases de Beneset rebosan memoria, ética y coherencia, así que pronto capté la notoria presencia de este simpático y sordo señor que reforma su existencia entregándose a ella como si fuera un entretenimiento para engañar la dolorosa monotonía de la vejez, con actitud benevolente y comprensiva. Sólo me preocupó la distancia que le separaba de su muerte. Y de este cuento crucé a El amor es eterno, y así lo entiendo yo igualmente de eterno por lo que provoca, una completa curación en todos los aspectos del individuo, redención y plenitud. Los matices me enriquecieron los sentidos. Después entré a la casa de la "mujer desolladora" que despellejaba despiadadamente su pasado y su presente con meticulosidad obsesiva, alimentando un rencor autopunitivo y desaforado a golpe de tijera, martillo y cortafrío, descorchando y aniquilando ropa, armarios, baldosas, paredes y cualquier huella familiar, palpitante en su casa, que le uníera a su fugado marido. La tensión se incrementa paulatinamente en cada página, las acciones se cuadruplican, todo se endurece hasta la catástasis, en la mañana silenciosa del el Sábado, su tercer cuento, que me produjo un horror visceral al presenciar su final fogosamente acorde. Y hasta ahí llega, ya no hace falta saber más de la mujer despellejadora. En Dos sueños me empañé de las sustancias oníricas del Eros y Thanatos, los deseos y los miedos, me sirvió como un refresco, como un descanso en la caminata de episodios. Y de allí me cobijé en un piso alto situado en una bocacalle de las Ramblas de Barcelona y con la atención plenamente consciente Miro por la ventana, y me hice cargo verdaderamente de las cosas que sucedían en mi vida. En este punto mi poder de reflexión se incrementó deliciosamente. Seguidamente ocurre algo sorprendente, un relato tenebroso, que destaco como uno de los más impactantes de este recorrido, titulado La alabanza, del cual no adelanto nada para asegurarles el mismo impacto que yo recibí. Con ese sobrecogimiento continué el camino hacia La llegada de la primavera, de nuevo regreso a la recurrente temática del geriátrico. Microrrelatos dentro del relato sobre hijos que visitan a sus ancianos padres cautivos en celdas dedicadas a la senectud más letal. Se debate la eutanasia, la muerte acelerada, la ausencia de consciencia, los ejércitos de cretinos indiferentes, la búsqueda de alivio, la memoria difusa y los secos deseos. En esta parte yo sentí un dolor irónico. Dejé la lectura durante un día. Me distancié de Monzó para pensar en él. Al día siguiente nada más ver el libro en la mesa del salón, lo agarré. Otra vez mio. Con mano firme retomé la lectura y me dí cuenta de que a partir de ese último relato leído, casualmente, empezaba la segunda parte del recorrido y me apareció una nota de un enigmático autor surrealista del Movimiento Pánico, Roland Topor que escribe -Mamá - dijo el pequeño Serge cuando despertó - esta noche ha venido un señor y se ha hecho pipí en la cama. - Esto supone adentrarse en las galerías del inconsciente para acceder a la pertinente Realidad. Mi viaje se llena de misterio y me veo como un espectador de La sangre del mes que viene observando una conversación que mantiene María con el arcángel San Gabriel sobre el hijo que Dios le manda tener y al que llamará Jesús obligatoriamente. Tan breve que ocupa sólo una página, pero, tan sustancioso como un secreto íntimo. Todos los siguientes relatos son intencionadamente cortos, a los sumo cuatro páginas, Treinta lineas describe en cincuenta y dos lineas el ejercicio de la escritura y lo deja palpablemente demostrado en Un corte para que podamos observar el ímpetu del autoritarismo antisocial. De ahí nos trasladamos a un sentimiento opuesto, la entrega de amor Una noche en la que un príncipe se ve obligado a excitar los sentidos de la bella durmiente, que tiene un gran paralelismo con la siguiente Otra noche en el que se describen los diferentes usos que se le dan a la lectura antes de dormir. Y de ahí, ya poco nos queda para finalizar tan suculento banquete literario, que dejo a su sorpresa. ¿Realmente ustedes piensan que el relato corto tiene sus días contados?

Monzó, eres cojonudo. Mete caña, que yo te sigo.

1 comentario :

Lucas Esandi dijo...

Con respecto al amor diría que es eterno su anhelo. Nos puede trascender nuestra existencia mundana. Platón decía que es el deseo de perpetuarse en y para la belleza.
Ya sea con hijos o con el alma a través de creaciones literarias, filosóficas, etc.

Saludos desde Argentina.